'Los 4 vientos' de un extorero que encontró el amor y la libertad tras la barra de un bar

El mítico chiringuito que estuvo durante 25 años en La Puntilla, continúa con su esencia desde hace cuatro en el Barrio Alto de El Puerto de Santa María, gracias al tesón de sus propietarios

Pepe, con bufanda republicana, en el interior de su barra. Autor: Juan Carlos Toro.

Esta es la historia del bar que “un mal viento se lo llevó”. Uno o varios. Sus inicios se remontan a 1978, cuando Pepe se quedó sin trabajo y se las ingenió para levantar un chiringuito sobre una antigua garita de la Guardia Civil que había en Puerto Sherry. “Llevaba toda mi vida trabajando y de repente me quedé parado, como estábamos en feria y por aquel entonces se montaba con tableros de madera, se me ocurrió cargar unos pocos y llevarlos a la zona donde trabajaba de vigilante. Le pedí permiso a un capitán de la Guardia Civil que al principio me dio largas, pero luego hizo la vista gorda, con tan mala suerte que una vez montado el tinglao, vino una levantera grandísima que lo tiró entero”, rememora su dueño, que actualmente resiste en el Barrio Alto de El Puerto de Santa María con un bar que lleva el mismo nombre: Los 4 Vientos, donde confluye el flamenco, la tauromaquia y la historia portuense con las más controvertidas iconografías, en un horror vacui exquisito, que suena al rock andaluz de los 70.

El nombre no se lo puso él, sino un hombre que pasaba por allí "con un Simca 1000 automático". Pepe lo recuerda como si no hubiesen pasado más de 40 años: “El viento lo había tirado todo y este hombre se interesó por lo ocurrido, así que al finalizar la conversación me dijo que le pusiese los cuatro vientos. Y así fue como se quedó”. Pero este extorero de corazón animalista, que dejó su pasión por los conflictos internos que la lidia le generaba, conoció otro mundo más allá de la dictadura, de ahí su carácter “humanista y democráta”. Todo comenzó con el capote, y Pepe –como cantaba La Perla de Cádiz–, se valió de su saber, y tras torear en Vistalegre (Madrid), San Sebastián de los Reyes, Leganés y demás pueblitos de Madrid, llegó a Nimes (Francia) para hacer lo propio, siendo allí donde soltó la montera. "Siempre me gustaron los animales, las libertades y las igualdades sociales", explica el portuense, que no opuso resistencia ante "aquel ambiente tan bonito, que hizo que me quedara a trabajar". "Eran los años 60, imagínate la que había liada en España...", añade.

El lugar donde Pepe montó el primer Los 4 vientos. Autor: Juan Carlos Toro.

Diez años pasó Pepe en Francia, su perfecto "Je parle français" lo demuestra, y a su vuelta se dedicó a trabajar en bares o a montar los suyos propios. "Hemos tenido 24 bares", asegura. Uno de ellos fue el Ícaro, situado en la ribera del río, allí fue donde conoció a su actual mujer, Milagros, con la que lleva 45 años, tiene tres hijos y comparte el negocio. Volvemos al bar. Suena 'Volando voy' de Camarón y Milagros señala las fotos del que fuera Los 4 Vientos durante 25 años. "Se abrió donde están los aparcamientos de La Puntilla en 1985, no era un simple chiringuito, era nuestro hogar, el ambiente era especial y allí tuvimos hasta animales", cuenta la pareja. El bar que les dio la vida y tantas alegrías, también les arrebató a una de las personas que más querían, su hijo "Joselito" con tan solo 22 años. "En 2002, el presidente de Autoridad Portuaria, Rafael Barra, y el alcalde que había en ese momento, Enrique Moresco, empezaron a presionarnos para echarnos de allí, bajo la promesa de que iban a construir un hotel que finalmente no hicieron", explica este padre sin que le tiemble la voz.

Milagros y Pepe en el interior de Los 4 vientos. Autor: Juan Carlos Toro.
 

Un mal viento que se llevó a Los 4 vientos de donde nunca se quiso ir. Tanto afectó a esta familia, que en 2005, Joselitó se quitó la vida como consencuencia de una depresión, que según cuentan su madre y su padre, "le vino cuando empezaron a llegar las cartas para que nos fuéramos". Pepe se repone y continúa explicando que en 2005 siguió luchando por su bar, "intenté que me dieran una nueva concesión, pero ellos nada, iban a piñón fijo porque posiblemente les ofrecieron dinero para quitarnos de en medio", lamenta. Milagros escucha a su marido con la mirada puesta en la foto de su niño. "Es algo tan doloroso que no se puede explicar", sostiene. Seguidamente se despide, ya que tiene que preparar la comida que en un rato traerá al bar para que Pepe coma.

Aquel chiringuito duró hasta 2009. “La mañana del 3 de marzo nos despertaron 30 policías con una grúa, nos dijeron que venían a derribar el bar y nuestra casa”, cuenta Pepe, que asegura tenían una orden para derribarlo todo."Hablé con la policía y se llevaron desde las ocho y media de la mañana, hasta las ocho y media de la noche ayudándonos a empaquetar cosas”, recuerda. “Nos hicieron mucho daño, pero nos llevamos todo; no les guardo rencor”, asegura el que perdió un hijo, una casa y un negocio de la noche al día. "Para mi hijo ese lugar era su vida, y por eso se la quitó", insiste.

Después del chiringuito vinieron algunos bares y peñas hasta llegar al actual, donde siempre han trabajado Milagros y Pepe con la ayuda de su familia. "En este llevamos lleva cuatro años", dice este hostelero al que ya no le cabe una foto más en las paredes del local. “Me gusta la historia y conservar las cosas antiguas que voy comprando o me van dando", aclara mientras destaca algunas de las curiosidades alrededor de las diferentes salas del bar. Además de varios bustos de Camarón, un colorista cuadro del vaporcito de El Puerto, y una imagen del Ché Guevara en la terraza que se esconde al fondo, también hay un billar profesional y sillas dignas del mejor restaurantes dentro de los cuartos de baño. "Casi todo vienen del chiringuito de La Puntilla", prosigue.

La persona que visite esta suerte de museo popular-kitsch puede quedar algo confundida por el baile de colores y banderas. Hay cuadros del PCE, una bandera de La Legión, el escudo del Betis, la bandera republicana, fotos de toreros y cuerpos de seguridad, y algunos carnets de Comisiones Obreras. No obstante, Pepe no titubea cuando se le pregunta por su controvertida decoración: “Hay una cosa que está muy clara. Andalucía es mi tierra, España mi país y la República fue la bandera que votó el pueblo español. Y si hay fotos de la Policía Nacional es porque es nuestro cuerpo de seguridad, y admiro a la Guardia Civil porque miran por nosotros", afirma este hombre que en tiempos pretéritos estuvo afiliado al Partido Comunista. “En mi juventud, estar en un partido contrario a la dictadura era lo normal porque queríamos libertad, pero ahora se pelean por gilipolleces, se insultan, no saben dialogar, la mayoría no son demócratas de verdad...”, sopesa.

La sala de billar profesional. Autor: Juan Carlos Toro.
Pepe en la barra de su último bar. Autor: Juan Carlos Toro.

La música es otro de los punto centrales de este bar. “Aquí se pone mucho Triana, mi mujer ya hasta se mosquea, pero es mi música de cuando era joven, y en mis bares siempre se ha puesto Triana, Alameda, Media Azahara, Camarón, Pink Floyd, Cat Stevens… Es que son los mejores", acierta. "Y para los gitanos pongo Los Chichos y Los Chunguitos”, comenta Pepe, que asegura llevó corbata desde pequeñito, "de cuando trabajaba con 12 años en el que ahora es el Bar Mezquita". Alguna foto tiene de aquellos tiempos. Entiende la hostelería como "un oficio serio", por el contrario que ahora, "que la gente se cree que es la vía para cuando te quedas en el paro. Pero hay que tener educación y respeto, además de saber atender a las personas, así como la higiene, que también es fundamental". 

Es consciente de la peculiaridad del Barrio Alto, que considera "algo complicado". A pesar de todo, "mi clientela me respeta porque siempre he respetado a todo el mundo. Vienen personas de todo tipo, pero sobre todo de la hostelería cuando terminan de trabajar.  A mi me gusta charlar con ellos y darles algunos buenos consejos", apremia Pepe, que afirma ser muy creyente "con  lo rojo que soy". Siempre estuvo en contacto con el mundo del flamenco y tuvo amistad con Camarón. "Soy un amante de la cultura en general, y para mi el toreo y el flamenco van unidos, aunque respeto que a la gente no le guste que maten al toro, a mi tampoco me gusta, por eso lo dejé", reitera.

Para muestra un botón o la lidia del toro, según Pepe: "La lidia son los 15 minutos que tiene el torero para engañar al toro. Porque, en realidad, los animales solo atacan o embisten por miedo. Así que para ser un buen torero hay que tener arte, valor y un buen apoderado. Y en la primera novillada coger el capote de seda y extenderlo en el suelo; en la puerta del chiquero de rodillas le das una larga cambiada; luego coges el capote y le das unos lances bonitos y unas verónicas al estilo de Rafael de Paula. A continuación, lo llevas a caballo por chicuelinas y, al cambio de tercio, coges la muleta de franela, que se compone de un palo de roble con una puntilla y un cáncamo, y una tela de franela, montas la muleta y le pides agua al mozo de espadas para rociar la franela y que no te traicione el levante. Luego le das ocho estatuarios bien dados y un par de pases de pecho por derecho, le metes la muleta en los hocicos, lo cuadras y a la primera no, a la segunda tampoco, a la tercera te lo traes para ti, haces el simulacro de que lo vas a matar, pero tiras el estoque y le pasa la manita por el lomo. Así te indultan el toro, no has matado a un animal y te dan las orejas y el rabo".

La lidia del toro, según Pepe Cuatro Vientros. Autor: Juan Carlos Toro.

Con esta explicación se despide el hombre que amó a los animales por encima de la tradición. Al que los malos vientos se llevaron su negocio, parte de su vida, pero no sus ganas de seguir luchando. Otro viento llegó el pasado mes de marzo en forma de pandemia, pero sigue resistiendo junto a Milagros, sus hijos y sus nietos. "Lo estamos pasando regular, pero aquí seguiremos", asevera. También le promete a toda aquella persona que se acerce "un buen ratito de música y conversación, y al que quiera relajarse una partidita al billar". Y como es hombre de grandes frases, se despide no sin antes declamar que “viva la libertad, la justicia, los derechos humanos y ante todo, el respeto a los demás. A partir de comprender esto, cualquier persona puede vivir en un país democrático y civilizado, por pura experiencia y por vivir las más duras y penosas desgracias que puede soportar un ser humano, tengo que clamar a Los 4 vientos que más vale morir de pie, que vivir arrodillado”.