¿Quién no ha disfrutado de unas tagarninas ‘esparragás’ con un huevo cuajado sobre ellas? Es un plato que se sigue disfrutando en muchos hogares de la provincia, forma parte de la dieta habitual en no pocos pueblos donde esta planta la tienen al alcance de la mano. Incluso se sirve en aquellos restaurantes que siguen manteniendo una carta basada en la cocina campera.
La planta destaca por su altura y sus espinas, que es donde estriba la dificultad para cocinarlas: hay que quitarles las hojas y dejar solo los tallos.Afortunadamente hoy en día las podemos encontrar en los mercados de abastos y verdulerías ya cortadas y preparadas en bolsitas.
Se localiza en el campo sin cultivar y hay que tener buen ojo para verlas dado que por su apariencia se confunde con otras hierbas o plantas no comestibles. Durante la posguerra fue un alimento de primera necesidad al estar al alcance de cualquiera.
Diferentes webs especializas en alimentación y gastronomía la redescubren por sus cualidades en valores nutricionales. Son una excelente fuente de vitaminas entre ellas las A, B y C. Sus valores calóricos son muy bajos: solo 27 kcal por cada 100 gramos, perfectas para las dietas.
La vitamina A de las tagarninas promueve el buen funcionamiento de nuestros órganos, contribuye a la formación de tejidos blandos y mucosas, y también favorece la salud ocular. Las vitaminas del grupo B colaboran en la formación de glóbulos rojos, esenciales para el transporte de oxígeno en nuestro cuerpo. Y la vitamina C destaca por sus efectos antioxidantes. Más beneficios, es un alimento rico en minerales, potasio, fósforo y calcio.
El primero es fundamental para el funcionamiento adecuado del sistema nervioso, la contracción muscular y el mantenimiento del ritmo cardíaco. El fósforo, por su parte, desempeña un papel clave en la reparación de las células y tejidos del cuerpo. Aunque en menor proporción, el calcio presente en las tagarninas también contribuye a la salud ósea y dental.
La tagarnina es conocida desde muy antiguo. Los romanos decían de ella que era un alimento de pobres. A día de hoy no es así. Salvando el dudoso gusto los romanos de hace dos milenios, en Jerez, Chiclana, Medina Sidonia, Paterna de Rivera y muchas otras ciudades pueblos de la provincia es un alimento predilecto y muy demandado, que incluso merece formar parte de la oferta gastronómica autóctona de la zona.
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