Antonio López montó el Bar Restaurante Raúl, siendo un chaval, hace 35 años, con 27. Venía de trabajar en el establecimiento de la ONCE. "Los inicios fueron buenos, con un local pequeñito. Luego haría la reforma. Yo soy un pionero de la hostelería, con pocos más". Primero fue un bar, luego un restaurante. Antonio ha conocido "la barra, la cocina, la terraza". Era "la ilusión de mi vida tener un restaurante, con amplitud de material".
Llevaba él mismo cuando empezó con cada rol. Estaba para todo. "En estos años lo he conocido todo". Y siempre, "siempre, siempre he tenido ganas, cada día" en estos años. "Me gusta el público, el negocio. Mínimo entro a las ocho y media hasta cerrar. Ahora, hasta las seis, pero siempre hasta la cena".
Y tras tanto trabajo, "el bar Raúl es lo mejor que hay. Mejor calidad, mejor servicio". En este tiempo, "la exigente ahora se ha hecho más exigente". Empezó con ensaladilla, croquetas, adobos, cola de toro... Luego, empezó a comprar locales para más de 300 metros cuadrados, de los que se aprovechan menos "porque estamos al 50%", pero un local para todo.
De la carta, Antonio destaca "los guisos nuestros, caseros", que considera que es lo que hace diferente al Bar Restaurante Raúl, "una gran variedad. La berza, garbanzos con chocos, ajo campero... Nunca me ha dado por meter cosas raras. Yo destaco el guiso marinero, la sopa de tomate, lo que da la Sierra, o los garbanzos con langostinos".
En un tiempo en el que la hostelería ha ido cambiando tanto, uno podría decir que con eso de terrazas amplias, comidas caseras como las sopas de tomate y ajo, los platos bien cargados en bandejas, casi es una venta en plena ciudad. "Hombre, pues sí, pero no, esto es un restaurante, un restaurante tradicional", que no es culpable, en el mejor sentido de la palabra, de que otros establecimientos hayan evolucionado a otros empujes del sector gastronómico, como platos más reducidos con elementos diferentes a lo que uno pueda encontrar en la despensa de cualquier casa jerezana.
"Yo creo que la gente echa de menos la comida tradicional, es lo que vale hoy en día, una buena fabada, un buen chorizo. Date cuenta que a la gente le gusta el cuchareo sano, pero que dos huevos con cebolla y chorizo, ¿a quién no le gusta?". Una de las claves es que "no tengo nada fuera de carta", aunque si un cliente quiere algo en especial, "yo se lo hago, para que coma siempre lo que quiere. ¿Te gustan las cabrillas? ¿La ensaladilla de marisco? Yo te lo hago, lo importante es que una persona pueda comer lo que de verdad le gusta". De ahí una carta amplia.
Para su propio paladar se queda "un buen calamar de potera frito, o unas puntillitas de Sanlúcar". Otro secreto es que "yo no soy de esos" que venden por vender, digamos. El ejemplo que pone es el de la urta a la roteña. "Yo no te la voy a poner porque nadie la tiene en Jerez. Yo te pongo gallo, o lubina, en salsa a la roteña. No lo hay en ningún lado. Nos engañan como a bobos", dice. Por eso, la verdad por delante.
Otra cosa a la que da importancia es al servicio. "El otro día fui a comer a un sitio y tardaron 30 minutos en servirme. Y se equivocaron en el vino. Llegó con mucha clase a disculparse, no pasa nada". Pero "el cliente no tiene razón casi nunca", reconoce. "Es complicadísimo. Yo le digo a mis camareros que cuando no puedan servir digan ya estoy contigo. Yo machaco a mi personal, y se queda contento porque sabe que lo has visto".
"El cliente casi nunca tiene la razón, eso hay que decirlo. Es muy difícil eso en la hostelería"
Cuando a los pocos años de abrir amplía la casa, amplía la carta. "Afortunadamente salió muy bien". Llegó a llevar Antonio cuatro bares: La Manzanilla del centro, "que luego se la dejé a un sobrino". Luego, "un café copas en Montealegre, que fue muy bien, frente a la gasolinera. Eso lo monté yo pero luego se vendió". También "Burger Bar Raúl, que me la compró bien La Caixa". Y a raíz de eso hizo la reforma, "era una inversión para mi restaurante". Y "cuantas más cosas cojas, menos tiempo tienes". Alguna vez ha pensado que esta vida era muy sacrificada, pero "no me arrepiento de nada".
"Lo único que ha traído bueno el mierda covid este es que la gente espere en la puerta a sentarse. Por lo demás, hay gente pasándolo muy mal". Aprovechó los últimos días de confinamiento para hacer unas pequeñas reformas en paralelo a la limpieza a fondo. "Nos están engañando. Estoy enfadado con el Gobierno y la Junta. ¿Cómo vas a cerrar de seis a ocho? Si lo mando a casa a las seis, ¿va a volver? Con todo mi respeto, a Moreno Bonilla, al Coleta y al Pedro Sánchez lo ponía a coger remolacha. Cierra entonces las comunidades, Madrid para Madrid, y no habría esto".
Tiene mucha clientela de Sevilla, de coger casetas allí, y también por ferias de Jerez. "Es espectacular lo que viene de Sevilla, y me llaman y me dicen que no pueden venir. Yo lo entiendo. Tengo mucha también de El Puerto. La pavía de merluza, que es de allí, la vienen a comer aquí. Eso es muy bonito".
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