María Jesús García, comunicadora incansable y figura emblemática de Radio Nervión y TeleBilbao, ha fallecido dejando tras de sí un legado imborrable en los medios locales vascos. Su voz cálida, su elegancia inconfundible y su pasión por la radio acompañaron durante décadas a miles de oyentes que hoy la despiden con tristeza y gratitud.
Desde sus primeros pasos en la emisora, allá por 1986 con el programa La Orquestina, María Jesús dejó claro que no era una comunicadora más. Con un espacio dedicado a las personas mayores y una sensibilidad poco común, se ganó el corazón de generaciones enteras. Su sintonía, La chica del 17, se convirtió en seña de identidad, y así será recordada: alegre, entrañable y con luz propia.
Una comunicadora de vocación y estilo único
Quienes trabajaron junto a ella destacan no solo su profesionalidad, sino también su carácter cercano, detallista y creativo. Amante de la moda y el color, evitaba el negro y cuidaba cada prenda como si fuera una extensión de su forma de estar en el mundo. Esa estética personal era reflejo también de su manera de comunicar: pulida, luminosa, siempre con cariño.
Aunque solía definirse como una persona insegura, frente al micrófono se transformaba: segura, radiante, profundamente humana. Entendía la radio como compañía, no solo como medio informativo. Sabía que su voz podía consolar, alegrar o acompañar, y actuaba siempre con una calidez que trascendía las ondas.
Su ética de trabajo era otro de sus sellos. Perfeccionista, metódica y amante del bolígrafo y el papel, preparaba cada entrevista al milímetro, sin dejar espacio a la improvisación innecesaria. Y, sin embargo, cuando era necesario, sabía adaptarse con naturalidad, sin perder ni un gramo de profesionalidad.
El alma de la emisora
Durante casi cuatro décadas, María Jesús fue una figura clave en el equipo de Radio Nervión, donde se convirtió en mucho más que una voz habitual. Era una compañera generosa, pendiente de todos, que saludaba con su clásico “Hola, chiquitina” y brindaba con cava o champán en los momentos especiales. Su presencia era símbolo de celebración y cariño.
Discreta hasta el final, evitaba hablar de su edad y no solía celebrar cumpleaños. Sin embargo, el pasado año decidió romper esa norma y celebrar “la vida” junto a sus compañeros de emisora. Una decisión que hoy cobra un valor aún más simbólico para quienes la conocieron y compartieron con ella tantos años de profesión.
“No puedo elegir entre televisión y radio, pero sin duda, mi alma mater es la radio”, solía decir. Esa fidelidad a las ondas definió toda su trayectoria y, para muchos, resume el alma misma de su labor: una vida tejida con palabras, entrevistas, emociones y una conexión inigualable con la audiencia.
Hoy, compañeros y oyentes despiden a una mujer que no solo fue una gran profesional, sino también una figura insustituible del panorama radiofónico local. En cada programa, en cada recuerdo, queda el eco de su voz y el brillo de quien nació para comunicar.
