Yvonne me dijo que sí y se me iluminó el rostro. El 22 de mayo de 2013 escribí a Yvonne Blake para contarle el proyecto de mi cortometraje Pelucas, que era remunerado (esto es importante señalarlo para entender lo que viene después) y me respondió al día siguiente con amabilidad e interés. Me permito publicar su respuesta, donde no hay lugar a dudas de su categoría humana: “Hola José Manuel. Muchas gracias por tu mail. Estaré encantada de colaborar en tu proyecto y gratis. Cuando quieras me puedes llamar por teléfono y hablamos. Un abrazo. Yvonne”.
En efecto, la telefoneé y le expliqué con detalle qué me había llevado a lanzarme a contar la historia de María Fornell y Silvia, una actriz enferma de cáncer y su pareja (podéis ver el corto aquí). De nuevo, Yvonne fue todo cordialidad y me invitó a su casa. Mi buen amigo Raúl Pardos, ajeno al mundo del cine salvo por las veces en las que yo haya podido implicarle en mis aventuras, me acompañó a la sierra madrileña para reunirnos con Yvonne Blake en su casa. Nada más entrar, allí estaban, uno sobre otro, sus cuatro Goya y el Oscar, flamante estatuilla que recibió por el mejor vestuario de Nicolás y Alejandra (Nicholas and Alexandra, Franklin J. Schaffner, 1971). Pero el brillo del Oscar no quitaba brillo a la humildad de Yvonne, que era notoria.
Pudimos conocer a su marido, Gil Carretero, conocido ayudante de dirección en la profesión y director con un par de obras, que se entregaba a las labores de jardinería. En su inmenso salón, Yvonne corroboró su deseo de participar en Pelucas y me ofreció la opción de encargarse no del diseño de los vestidos, que sería más laborioso y costoso (aunque ella no quisiera cobrar), sino de hacer las gestiones para buscar los adecuados y centrarse en rodaje de su cuidado y correcta colocación.
Después de la charla profesional, irremediablemente le preguntamos por Hollywood, y, especialmente, por el traje de Superman que diseñó para Christopher Reeve. Nos confesó algo que no puedo escribir aquí y que se irá conmigo a la tumba… Como buena anfitriona, Yvonne había preparado unos aperitivos y nos invitó a quedarnos más tiempo, pero no queríamos robarle un segundo más.
Semanas más tarde, y metidos de lleno en la preproducción de Pelucas, Yvonne me escribió después de que le enviara unas indicaciones para el vestuario: “Gracias José Manuel por la información sobre el vestido. Tengo muchas ganas de verte y hablar contigo en persona cuando puedas. ¿Cuándo piensas rodar? Un fuerte abrazo, Yvonne”. Realmente yo estaba impresionado porque no solo quería colaborar en Pelucas, sino que demostraba tener unas ganas enormes de meterse en ello. Y no le hacía falta, sinceramente. Lo hacía porque confiaba en un proyecto que tenía unas características humanas tan concretas que unió absolutamente a todo el equipo, incluida Yvonne. Durante el trayecto del corto enfermé de cáncer y esto, unido al origen del proyecto, ya de sobra conocido, provocó que aún fuéramos más piña.
Cuando tuve que entrar al quirófano en julio de 2013, las palabras de Yvonne Blake de nuevo fueron cariñosas: “Hola, José Manuel. Cuanto antes, mejor. Pensaré en ti el lunes y te mando buenas vibraciones (good vibes). ¡Suerte y ánimo! ¡Estamos contigo!”. Al fin, en octubre rodamos Pelucas e Yvonne Blake, que había trabajado para Richard Lester, Norman Jewison o John Sturges, estaba ahí, en un corto de un director gaditano, ofreciendo su tiempo sin escatimar un ápice de su profesionalidad.
Quisimos ponerle un coche para que la recogiera en la Sierra y un hotel para dormir en los días de rodaje, pero esta fue su contestación: “Gracias por la oferta pero no es necesario. Voy en mi coche y tengo 'picadero' en Madrid si hace falta. No te preocupes por mí para nada. Te agradezco mucho. Besos”. Yvonne me consiguió dos vestidos preciosos de Lorenzo Caprile, un disfraz de Peris y un bonito albornoz blanco, y estuvo las largas horas de rodaje en una pequeña habitación, esperando su turno, y al otro día hizo de chófer para parte del equipo ya que rodábamos en otra localización. Wonder Woman!
El cine une mucho durante unos días, pero luego cada uno va por su lado, buscando otros proyectos, y hasta mucho después no volví a ver a Yvonne, que no a no saber de ella, pues nos escribíamos de vez en cuando y siempre estuvo pendiente de mi evolución personal y profesional. Por fortuna, mi entrada en la Academia de Cine en 2015 me permitió verla con mayor continuidad en actos y asambleas, y no dudé en apoyar su candidatura a la presidencia.
Creo, sin temor a equivocarme, que, a pesar de que aún queda muchísimo por hacer en la Academia, hay un antes y un después de Yvonne Blake. Ella entendía que la Academia debía abrirse y, entre otras cosas, consiguió reconciliar con la entidad a conocidos cineastas. Vamos a echarla mucho de menos, en la Academia y en el cine. Personalmente, mucho. Me quedo con estas palabras suyas días después del fallecimiento de mi mujer: “Como madre y abuela, espero —y deseo— que puedas atender tu vertiente de padre y cineasta. Ten paciencia y esperanza”. Siempre, Yvonne.
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