San Germán nació alrededor del año 496 en Autun, una ciudad de la Galia (actual Francia). Fue educado por su primo Scupilio, diácono, y pronto se sintió llamado a la vida religiosa. Ingresó al monasterio de San Sinforiano de Autun, donde destacó por su vida de oración, ayuno y estudio.
En el año 555, el rey Childeberto I lo nombró obispo de París. Este nombramiento fue inusual, ya que Germán era un monje muy austero, pero el rey quedó impresionado por su santidad y sabiduría. Como obispo, Germán se convirtió en una de las figuras religiosas más influyentes de la Galia merovingia.
San Germán vivió de manera extremadamente sencilla, compartiendo todo con los pobres. Rechazó los lujos episcopales y, en su lugar, fundó hospitales, refugios y orfanatos. Se le atribuyen milagros tanto en vida como después de su muerte. Entre ellos multiplicación de alimentos durante hambrunas, curación de enfermos mediante la imposición de manos o el uso del óleo bendito y liberación de presos, no solo en lo físico, sino también en lo espiritual, persuadiendo a reyes de actuar con misericordia.
Germán fue un consejero moral y espiritual de los reyes merovingios, denunciando abiertamente sus abusos de poder, guerras injustas y vidas licenciosas. Se enfrentó valientemente a los monarcas cuando era necesario, ganándose la admiración del pueblo pero también la hostilidad de algunos cortesanos. Fue también un pacificador, mediando entre facciones nobles enfrentadas y promoviendo la unidad de la Iglesia frente a las herejías arrianas que amenazaban la ortodoxia católica.
Murió el 28 de mayo del año 576. Su tumba pronto se convirtió en lugar de peregrinación debido a los milagros atribuidos a su intercesión. Fue enterrado en la iglesia de San Vicente, que luego fue rebautizada en su honor como San Germán de los Prados (Saint-Germain-des-Prés), una de las iglesias más antiguas de París.
Otros santos y beatos
San Guillermo de Gelona (s. IX). Noble de la corte de Carlomagno, renunció a sus privilegios para fundar el monasterio de Gellone en la Galia Narbonense.Allí vivió como monje, destacándose por su humildad y devoción.
San Carauno de Chartres (s. V). Misionero en la Galia, fue martirizado por su fe cristiana. Su valentía y entrega lo convirtieron en un símbolo de la evangelización en tiempos difíciles.
Santa Helicónides (s. III). Mártir en Corinto durante las persecuciones del emperador Gordiano. Sufrió numerosos tormentos antes de ser decapitada por su inquebrantable fe.
San Justo de Urgel (s. VI). Obispo en la Hispania Tarraconense, participó activamente en los concilios hispanos y escribió comentarios alegóricos sobre el Cantar de los Cantares.
San Pablo Hanh. Mártir vietnamita que entregó su vida por no renunciar a su fe cristiana durante las persecuciones en su país.
Santa Ubaldesca (s. XII). Religiosa italiana de la Orden de San Juan de Jerusalén, dedicó su vida al cuidado de los enfermos y necesitados en Pisa.
Beato Antonio Julián Nowowiejski (s. XX). Obispo de Płock, Polonia, fue arrestado y torturado hasta la muerte en un campo de concentración nazi por negarse a renunciar a su fe.
Beato Herculano de Piegaro (s. XV). Sacerdote franciscano italiano, conocido por su vida austera, su predicación fervorosa y los milagros atribuidos a su intercesión.
Beato Ladislao Demski (s. XX). Sacerdote polaco que murió en el campo de concentración de Sachsenhausen por defender su fe frente a las doctrinas totalitarias.
Beato Lanfranco de Canterbury (s. XI). Monje italiano que llegó a ser arzobispo de Canterbury, destacándose por su reforma eclesiástica y su defensa de la ortodoxia en Inglaterra.
Beata Margarita Pole (s. XVI). Condesa de Salisbury y madre de una familia numerosa, fue ejecutada en la Torre de Londres por su fidelidad a la Iglesia Católica durante el reinado de Enrique VIII.
Beata María Bartolomea Bagnesi (s. XVI). Virgen italiana que, a pesar de sufrir una enfermedad paralizante desde joven, vivió una vida de profunda oración y ofrecimiento, siendo ejemplo de paciencia y fe.
