Cornelio fue elegido Papa en el año 251, en medio de una Iglesia sacudida por las persecuciones del emperador Decio y dividida por el cisma del presbítero Novaciano. Defendió con firmeza la misericordia de la Iglesia hacia los cristianos que habían apostatado bajo la presión de las persecuciones —los llamados lapsi—, permitiendo su reconciliación mediante la penitencia. Exiliado a Civitavecchia, murió allí en torno al año 253.
Cipriano, por su parte, nació en Cartago en una familia pagana y, tras su conversión al cristianismo, se convirtió en uno de los obispos más influyentes de África del Norte. Coincidió con Cornelio en la defensa de la reconciliación de los pecadores arrepentidos. Durante el reinado de Valeriano fue arrestado y condenado a muerte, entregando su vida como mártir hacia el año 258. La Iglesia recuerda juntos a estos dos pastores porque compartieron la misma lucha contra la división interna y la misma fidelidad a Cristo hasta las últimas consecuencias.
Otros santos y beatos recordados
Santa Eufemia de Calcedonia, virgen y mártir de Calcedonia. En el año 303, bajo la persecución de Diocleciano, se mantuvo firme en su fe y fue sometida a tormentos hasta entregar su vida. Su testimonio se convirtió en semilla de fe para los cristianos de Oriente, y siglos más tarde su tumba fue lugar de veneración.
Beato Víctor III, Papa. Antes de llegar al pontificado fue abad de Montecassino, donde fortaleció la vida monástica y la disciplina espiritual. Fue elegido papa en 1086, aunque su pontificado duró apenas unos meses. Luchó contra la simonía y los abusos del antipapa, convocó un concilio en Benevento y dejó un recuerdo de humildad y servicio. Falleció en Montecassino en 1087.
San Ninian, obispo de origen británico del siglo V, conocido como el “apóstol de los pictos”, pues llevó la fe cristiana a Escocia, donde fundó la célebre sede de Whithorn.
San Rogelio y compañeros mártires, fieles cristianos de Córdoba que en el siglo IX defendieron públicamente su fe frente a la presión musulmana, y que murieron ejecutados.
San Martín Ochoa de Zandategui y a sus compañeros mártires en Japón, religiosos agustinos y dominicos que en el siglo XVII fueron ejecutados en Nagasaki por anunciar el Evangelio.
