El 15 de septiembre la Iglesia Católica dedica una memoria especial a Nuestra Señora de los Dolores, celebrando la relación íntima entre María y el misterio pasional de su Hijo, Jesucristo. Es un día para contemplar el dolor que María experimentó no como algo ajeno, sino como parte inseparable del plan salvífico: su entrega, su fidelidad al pie de la Cruz, su compasión ante el sufrimiento humano.
Este día litúrgico invita al creyente a meditar los siete dolores de María: desde la profecía de Simeón hasta el entierro de Jesús, pasando por la huida a Egipto, la pérdida del Niño en el Templo, el camino al Calvario, la Crucifixión misma, y el descendimiento de Cristo al sepulcro. Cada uno de ellos revela la tensión del amor: amar a pesar del dolor, sufrir en silencio, permanecer firme, y confiar incluso cuando parece que todo se ha derrumbado.
En la liturgia, la Virgen de los Dolores no es presentada como mártir con espada, sino como Madre sufriente que acompaña, ora, ama sin condiciones. Es modelo de esperanza, porque en su dolor permanece la promesa de la resurrección. Los ejercicios devocionales de la Iglesia, las letanías, la música y las oraciones de este día subrayan ese acompañamiento maternal hacia Cristo crucificado, y hacia todos los crucificados en el mundo: los que sufren, los abandonados, los que no encuentran consuelo.
Otros santos y beatos conmemorados el 15 de septiembre
- San Nicomedes, mártir: San Nicomedes es venerado como mártir en Roma, asociado a la vía Nomentana. Su testimonio evoca la fidelidad hasta la muerte, incluso cuando el servicio a Cristo exige silencio y ocultamiento.
- Santa Catalina de Génova, viuda y mística: Catalina Fieschi Adorno (1447-1510), nacida en una familia noble de Génova. Tras enviudar, dedicó su vida al cuidado de los enfermos y a la atención de los pobres, además de tener experiencias místicas profundas, especialmente sobre el purgatorio y el amor divino. Su vida es ejemplo de cómo la contemplación y la caridad pueden ir unidas.
- San Aprus (o Aper), obispo de Toul: Vivió en el siglo V (†507). Fue obispo de Toul, en lo que hoy es Francia, conocido por su sencillez, su humildad pastoral, y por su vida de caridad y servicio. Se dice que antes de convertirse fue abogado, pero renunció al mundo para entregarse al ministerio episcopal.