los_sustitutos_pelicula.jpg
los_sustitutos_pelicula.jpg

 Las empresas ya prefieren lo que ya tienen: mano de obra mal pagada. Un robot, en efecto, tendría un coste mucho mayor.

"Cuando Isaac Asimov formuló sus famosas tres leyes de la robótica, no imaginó que la cuarta podía acabar siendo presentar la declaración de la renta". Ésta es una de las afirmaciones que Javier Sampedro nos expone en su artículo de El País: La cuarta ley de la robótica: pagar impuestos. Quizá nos suene a ficción, pero en la era en la que nos encontramos ya es imposible tachar estas problemáticas, no sólo dentro de la ficción, sino del futuro lejano. El futuro de las máquinas está próximo, muy próximo.

Javier Sampedro nos cuenta un poco el debate que hay en torno a la incorporación de los robots en el mercado de trabajo y recoge las opiniones de distintos expertos. ¿Qué ocurrirá una vez hayan sustituido a la mano de obra humana? Desde Bill Gates hasta varios sindicatos de diferentes países apuestan por que los robots, ya que nos van a sustituir en algunas funciones laborales, paguen impuestos. Sin embargo, otros reconocidos economistas son partidarios de que esto no sea así. Según esta contraparte, los robots no van a quitarnos el trabajo, simplemente van a mejorar el que nosotros ya hacemos.

Sampedro plantea al final de su artículo que los robots no son una amenaza para nuestro jornal. Las empresas ya prefieren lo que ya tienen: mano de obra mal pagada. Un robot, en efecto, tendría un coste mucho mayor.

Teniendo en cuenta que un robot se trata de algo novedoso es posible que en el comienzo de su uso no esté al alcance de todos. Pero lo cierto es que un robot no tendrá las necesidades que tiene una persona. Posiblemente tendrá una garantía, pero no tendremos que cubrirle una Seguridad Social, una indemnización en caso de despido improcedente, una jubilación, los derechos a huelga… ni siquiera unas condiciones humanas (de salud y de bienestar, de horarios y de salario) mínimas. Aunque, quién sabe, si en el futuro, el robot termina siendo tan humano como nosotros. Pero no dejará de ser una cosa, un objeto que habremos creado para poner a nuestra disposición. ¿O llegará a ser lo mismo que una persona y tendremos que darle el mismo lugar en la sociedad? Ahora aquí el asunto sí que suena a película.

 Las empresas ya prefieren lo que ya tienen: mano de obra mal pagada. Un robot, en efecto, tendría un coste mucho mayor

En nuestra sociedad todos estos derechos ya se están perdiendo. Elegir a un robot en vez de a una persona puede tener muchas ventajas. Pero, ¿para quién? Una máquina puede facilitarnos muchas tareas, pero también puede ser una vía fácil para que empresarios o dirigentes sin escrúpulos se ahorren toda la responsabilidad que conlleva mantener una dignidad personal dentro del área laboral y social. Si a nosotros ya nos están cosificando, ¿cómo estaremos seguros que el uso de robots no empeorará esta situación? Puede que se conviertan en herramientas a utilizar, o directamente en sustitutos.

No han tenido en cuenta, quizá, que antes de colocar a un robot que nos ayude en nuestro desempeño, primero tendremos que aprender a utilizarlo para esa tarea específica. ¿Cuántas eminencias de un campo concreto han sido unas negadas de la tecnología? Puede que el costo de ese aprendizaje no compense a las empresas que nos quieran contratar. A no ser que el aprendizaje, como ya ocurre desde hace algún tiempo, se vaya introduciendo a la par de los estudios que estemos preparando antes de ejercer la profesión. Pero pese a esto, seguimos sin poder solucionar el caso de todos esos puestos de trabajo que no son cualificados ni especializados, que no requieren formación y que han sido una buena opción para estudiantes, personas que no se han cualificado… y que tienen derecho no sólo a vivir dignamente, sino también a trabajar. ¿No será menos costoso comprar la máquina que ya viene programada para la tarea específica, que enseñar a un empleado temporal a utilizarla?

Queramos reconocerlo o no, ya vamos a muchas sucursales de bancos donde los operarios te dirigen al cajero automatizado. O supermercados donde hay cajas automáticas. De momento, no parecen hacer peligrar los puestos de trabajo, sino más bien aumentar la producción y aligerar la carga de trabajo a los empleados, que pueden hacer otras tareas pendientes. Pero con lo rápido que avanza la tecnología, podrían algún día ponernos a una máquina en forma de operario de sucursal, que tenga buena presencia y que nunca esté cansado ni vaya a la huelga. Y que además, no haya que pagarle más que el cheque de compra inicial.

La clave, por supuesto, no está en rechazar la tecnología, sino más bien en asegurarnos de partir sobre unas bases seguras donde nuestros derechos estén afianzados. Una base que aún no hemos conseguido, me temo. La tecnología avanza más veloz que nuestra consciencia social. Y así podemos volvernos autodestructivos.

Puede que pensar en un robot al mismo nivel que un ser humano nos suene a película, como ésa que todos conocemos de Bruce Willis, Los sustitutos, donde las personas preferían un cuerpo perfecto, aunque no fuese el suyo real. Esto no está tan lejos como parece. El mes pasado apareció un artículo en El Mundo: Hablemos de sexo (con robots), que no hace mucho también fue noticia en televisión. Kate Devlin planteó en este congreso sobre los robots y las relaciones con humanos que el sexo y el amor entre ambos ya no tiene por qué ser un tabú. Según Devlin, muchas personas se sienten solas y no encuentran sus necesidades de intimidad satisfechas con nadie, por lo que optar por la idea de un robot es una buena alternativa.

Es difícil imaginar una relación de este tipo. Mientras no hagamos daño a nadie somos libres de hacer lo que queramos. Muchas personas se sienten insatisfechas en su vida personal, pero habría que pensar en las consecuencias o simplemente, en esos detalles adicionales que supondría sustituir a las personas por robots, no sólo en la mano de obra, sino incluso en la vida personal. ¿No es más sano aprender a relacionarnos con personas reales, con sus diferencias y sus defectos, que sustituirlas por una máquina que colme todos nuestros ideales? ¿Querríamos a alguien a quien hemos obligado a que nos complazca? En cierto modo, tener una máquina para esto es tener a nuestro lado una cosa que no tiene voluntad propia, ni consciencia hacia nosotros.

Aunque con lo rápido que avanza la tecnología, podríamos equivocarnos en el futuro si dijéramos que una máquina no podrá tener voluntad propia ni consciencia. ¿Podría ser que las máquinas llegaran a ser autónomas aunque nosotros la hubiéramos programado? La máquina se crea a partir de un programa que ya hemos diseñado, pero este programa no tiene por qué ser rígido, también podría configurarse para que, al igual que nosotros, vaya aprendiendo según las experiencias que obtenga y creando así sus propias percepciones y respuestas individuales. ¿Así de simple es la consciencia, o hay algo más?

¿Tendrán los robots libre albedrío a pesar de los condicionamientos con los que los creemos?

Sí, los robots pueden ofrecer un gran adelanto y mejora en numerosos campos. Sublimar la técnica de los cirujanos, ingenieros, arquitectos. Mejorar nuestra salud y nuestras condiciones en cualquier aspecto. Perfeccionar a los robots o a las máquinas no sería para conseguir el mayor parecido con el ser humano, ni para sustituirlo. Más bien, con ello lograríamos perfeccionar nuestra relación con el medio y nuestra calidad de vida.  Tendríamos que tener cuidado de no caer, entonces, en el error de pretender humanizar a la máquina y deshumanizar a las personas.

A pesar de todo lo que nos condiciona como seres humanos, nunca dejaremos de ser seres individuales y únicos. ¿Tendrán los robots libre albedrío a pesar de los condicionamientos con los que los creemos? Evidentemente, esta respuesta aún no podemos responderla.

Para todos aquellos que han tenido una visión puramente empírica de la vida y hayan concebido al ser humano como una máquina perfecta que funciona por la química y los impulsos eléctricos de su cerebro, no será muy difícil concebir la posibilidad de un robot idéntico a nosotros. ¿Pero y si hay algo más? Lo haya o no, no es importante. Pero todas estas preguntas que en la era de la tecnología hemos menospreciado vuelven nuevamente y con fuerza, cuando tratemos de volver a plantearnos qué lugar ocuparemos aquí, las personas, entre las máquinas.

¿Cómo adaptaremos nuestros conocimientos y nuestras habilidades en la era de los robots? Todo esto lo debatiremos… pero en el próximo artículo.

Lo más leído