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El otro día fui a esperar a un amigo a la estación de autobuses y pareciera que su llegada concitara un contubernio de fuerzas encontradas. Estaba atardeciendo. En la plaza más de 50 personas hacían cola a la puerta de una pizzería como si estuvieran repartiendo raciones de jamón ibérico. Me senté en un banco a fumar un cigarrillo existencial, preguntándome si merecía la pena hacer tanta cola por una masa cocida con champiñones y alcaparras, cuando noté que el aire se enrarecía. De la antigua bodega de Díez-Mérito —es decir, de lo que todavía ha logrado sobrevivir al saqueo y al vandalismo— venía una negra humareda que lo iba entenebreciendo todo. Tuve que sacar un pañuelo y aplicarlo sobre mis fosas nasales porque aquello no olía a horno de leña precisamente y su toxicidad debía ser mucho mayor que la de un paquete de habanos.

En unos minutos, comenzaron a oírse sirenas —primero de la Policía, después las de dos coches de bomberos—. En esto, mi amigo asoma por la puerta de la estación con un lienzo de grandes dimensiones y cara de asombro ante el maremágnum que estaba viendo. Mi amigo es artista polifacético y ha pintado incluso algunos cuadros en su vida. El que traía era uno de ellos, de título harto elocuente: “Las hienas devoran España”. No es que mi amigo no tenga donde caerse muerto —Dios le dé larga vida—, sino que atraviesa por una crítica coyuntura y, aunque ha vendido los muebles, se ha quedado con sus obras de arte sin paredes donde colgarlas.

Concertamos que lo mejor era irse de allí cuanto antes y tomamos un taxi que nos permitiera llevar la carga pictórica lo más cómodamente posible. Ese día había huelga del gremio, pero en Jerez no, porque, sentenciaba el taxista mientras conducía, aquí es muy difícil ponerse de acuerdo. Priman los intereses individuales sobre los colectivos. Es complicado que los jerezanos hagamos piña para una reivindicación común. No hay más que fijarse en el fútbol, por ejemplo. A la tradicional rivalidad entre el Deportivo y el Industrial, se une ahora el disparate de que hay dos Deportivos. Pero el Xerez que jugó en Primera —y en Segunda y en Segunda B— solo es uno, el que ahora asciende a Tercera División, después de una meritoria temporada. El otro habrá recibido una buena bofetada.

¿Qué harán los que abandonaron el barco? ¡Tantos que sacaban pecho y cantaban que con el Xerez hasta la muerte y se marcharon cuando pintaban bastos para inventarse un nuevo club que encima ha copiado el nombre y diz que el sentimiento...! Pues que sepan que están invitados a apoyar al equipo histórico de la ciudad, el Xerez Club Deportivo que fundaron nuestros padres y abuelos y que vuelve a jugar en categoría nacional. Así que brindé con mi amigo, porque ya somos de Tercera. Como él tenía que ver a unos familiares, se marchó pronto, dejándome encomendado el cuadro hasta que salgamos de esta. La verdad es que no sé en qué habitación colocarlo, porque las hienas son unos bichejos demasiado expresivos y lo que hacen con la pobre España no es nada bonito.

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