Choca mucho la insensibilidad de las grandes compañías energéticas ante la situación de miles de conciudadanos que verán cortados sus suministros por impagos… pero sobre todo llama la atención el silencio de la clase política.
Se desploman los termómetros en la península con una ola de frío siberiano que se une a la que hace poco nos invadió procedente del Ártico, mientras se frotan las manos las grandes compañías eléctricas y energéticas del país, por una coyuntura climática que promete dejar pingües beneficios en sus arcas a golpe de estufa, calentador y aire acondicionado.
Y a medio camino queda una parte importante de la población española que se debate entre el frío y crudo invierno que se acumula en soportales y ventanas, tratando de penetrar inmisericorde por las habitaciones, y las cuentas corrientes que no dan para más por nóminas mínimas e irrisorias (el que las tenga) con las que tendrán que hacer malabarismos económicos para alimentarse, vestirse… y sobre todo abrigarse.
Choca mucho la insensibilidad de las grandes compañías energéticas ante la situación de miles de conciudadanos que verán cortados sus suministros por impagos… pero sobre todo llama la atención el silencio de la clase política ante esta auténtica alarma social que supone una nueva aberración de nuestro estado de derecho, un nuevo motivo de vergüenza que afecta a todo el país.
Que en pleno siglo XXI, compatriotas nuestros miembros de un país que dice llamarse del primer mundo, no puedan encender una triste estufa con la que protegerse de los 5-9º que se alcancen (en el interior de los hogares, ojo) no supone más que una nueva muestra de la enorme distancia que existe entre los miembros de nuestro “desgobierno” y la realidad de la sociedad española. Un nuevo fracaso de los parlamentarios de uno y otro signo.
La situación no invita a la tranquilidad, entre otras cosas porque el periodismo nacional prefiere centrar la noticia en las carreteras que se cierran, en las fuentes que se hielan, o en las pistas de esquí que se llenan de nieve. Pero el verdadero damnificado de la ola de frío, la que debiera ser máxima preocupación de toda la población que son esos miles de españoles que deambulan en el umbral de la pobreza energética, parece que nos de exactamente igual.
Luego, cuando ya sea demasiado tarde, vendrán las lamentaciones en forma de redes sociales incendiadas de indignación por una anciana que muera en su hogar a causa una vela se caiga e incendie su casa. Luego nos preguntaremos por qué fallaron los servicios sociales, por qué aquel mendigo murió congelado en plena avenida de la capital de España, o cómo es posible que una familia entera enferme por efecto del frío.
Pero eso será cuando ya no tenga remedio. Esa es la idiosincrasia de nuestro país. Siempre tarde, siempre mal…
Mientras tanto, abríguense los que puedan… Winter is coming.
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