¿Vuelve el turno bipartidista?

Para mí la democracia es perseguir el voto después de haber votado, para ver qué se hace con él. Eso convoca a la sociedad civil.

Pedro Sánchez, en Ferraz, tras conocerse los resultados del 10N.
Pedro Sánchez, en Ferraz, tras conocerse los resultados del 10N.

Por el momento han vuelto los juegos de palabras. Pedro Sánchez salió al templete de la calle Ferraz como quien hubiera ganado, sí, pero con una victoria pírrica. Sánchez, quien se negó a todo con todos, poseído por la idea de que tenía el derecho a gobernar solo, según una teoría de quita y pon de la lista más votada con la que buscaba a tientas la legitimidad para defender su arrogancia, ha obtenido tres diputados menos y ha otorgado 22 diputados más al PP y 28 a Vox, a quien el doble de escaños lo convierten en la tercera fuerza política.

En Ferraz se volvieron a escuchar gritos, ¿con Iglesias sí, con Casado no? No era posible distinguir bien porque la megafonía estuvo a gran volumen para manejar la situación. Se vivió tensión y quedó escrita en la expresión de la cara de la señora Calvo. Se habló de un gobierno progresista, algo que para el PSOE significa que ellos estén en él y no necesariamente mucho más. El PSOE ha perdido 700.000 votos. A Unidas Podemos le ha costado cada escaño 32.000 votos más que al PSOE.

La nueva situación, con un PP relativamente recuperado y la amenaza de Vox, creo que puede reactivar el intento de restablecer el turno bipartidista, con resultados inciertos. El derecho que pretenden disfrutar las elites resultantes del turno bipartidista moribundo y por el que firmaron 66 diputados del PSOE exigiendo al PP su abstención la pasada primavera, mientras el Gobierno en funciones metía en vía muerta la legislatura y demonizaba a Unidas Podemos.

No creo que haya gran coalición, las enseñanzas alemanas muestran que el partido que no obtiene la presidencia puede salir bastante mal parado. El PSOE se comporta a la alemana, también, al negarle a Unidas Podemos el pan y la sal: en el contexto de izquierdas el PSOE no lo es, al mismo tiempo que no deja de perder votos.

Es perfectamente posible que PSOE y PP lleguen a un pacto de legislatura encubierto por dos motivos: Vox ha crecido enormemente y en Andalucía, por ejemplo, está a 7.000 votos del PP. Unidas Podemos aguanta, a pesar de perder siete escaños, y Cataluña vuelve a votar independentista. El turno bipartidista moribundo insiste en reanimarse. Veremos el paripé de querer gobernar por la izquierda, que no funcionará porque el ansia de despotismo ilustrado del PSOE no gusta en las izquierdas, y el PNV quiere estabilidad pero que el Estatuto se cumpla.

En ese contexto, es posible que el PP entregue su abstención si el PSOE se compromete a determinadas cosas, de manera que al PP le quedaría intacto su derecho a la oposición con vistas a la siguiente cita electoral. Será un nuevo pacto de Estado por la Constitución para volver al turno y tratar de neutralizar, el PSOE a Unidas Podemos y el PP a Vox. El lenguaje hará lo necesario. Algunos comentaristas ya han ido dejando caer expresiones como ingobernabilidad.

No cabe ignorar la fortísima subida electoral de Vox, con algo más del doble de sus escaños y una distribución territorial muy extendida. Atender a su lenguaje parece importante. Perlas como: “Restaurar el orden constitucional en Cataluña con la aplicación implacable de nuestras leyes”, donde implacable es ajeno a lo constitucional y nuestras leyes deja clara una subordinación de Catalunya. Santiago Abascal se situaba ayer por encima de los partidos con una forma de entender la política que recordaría a Franco: “Frente al sectarismo político, olvidando los enfrentamientos a los que los partidos nos han querido llevar”. Él se situaría ajeno a los partidos políticos, considerándose alguien superior en razón de una “alternativa patriótica” que recuerda aquellas palabras de Franco de no meterse en política, al tiempo que los partidos quedaban prohibidos.

A esta situación, aunque más difícil que la de la primavera, nos ha llevado el deseo del PSOE y, muy especialmente, el de Pedro Sánchez, ello sin tener en cuenta la gravedad que supuso que las elecciones cayeran en la sentencia contra el procés. Nada se ha avanzado excepto en haber visto la democracia degradada por su uso partidista para mejorar los resultados electorales, que han terminado por ser peores para su promotor, al tiempo que han permitido un avance clamoroso de Vox.

Para mí la democracia es perseguir el voto después de haber votado, para ver qué se hace con él. Eso convoca a la sociedad civil.

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