Votarán

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Puede que no el 1 de octubre. Pero vendrán elecciones municipales, autonómicas, generales… y a cada convocatoria responderán con más vehemencia, más rabia y más distanciamiento.

Desengáñense y no lo duden: lo harán. Puede que no el 1 de octubre. Pero vendrán elecciones municipales, autonómicas, generales… y a cada convocatoria responderán con más vehemencia, más rabia y más distanciamiento.

Muchos celebrarán este domingo (es posible que usted, que ahora lee estas líneas sea uno de ellos) la victoria pírrica que proporciona la aplicación de la legalidad vigente, en forma de cierre de centros y cabalgatas de furgones policiales hasta comisaría, llevando ante la justicia a los secesionistas, flanqueados por miles de esteladas y gritos independentistas.

Pero no lo celebre, no. Porque ellos este domingo van a conseguir su objetivo, que no es otro que aparecer en las cabeceras de los informativos internacionales a golpe de cargas policiales, heridos envueltos en banderas, cisma, cócteles molotov y pelotas de goma. A golpe de casco, escudo y porra. A golpe de banderas rojigualdas quemadas, de cristales rotos y sangre en el asfalto. A golpe de la brutalidad que otorga el odio, el rencor y el revanchismo.

El 2 de octubre España seguirá siendo una y grande, pero la fractura social en Cataluña será irreparable y, a cada nuevo plebiscito, el aire será cada vez más irrespirable para todos. Catalanes y no catalanes. Hasta el punto en que un día no muy lejano nos levantaremos hastiados todos, y pediremos que de una puñetera vez dejen votar a los catalanes lo que les salga de los benditos cullons, y que sea lo que Dios quiera. Como la madre que ve a su hijo drogadicto consumirse poco a poco ante sus ojos y llega a desear su muerte para acabar con el sufrimiento propio y ajeno. Eso, amigo lector, va a pasar. No se engañe.

En este clima de confrontación auspiciado por la irresponsabilidad de los independentistas y de un gobierno con menos cintura que un luchador de sumo, el ciudadano acabará harto de leer, ver y oír las mismas cosas durante meses. Incluso muchos, bandera rojigualda en mano, celebrarán la independencia de Cataluña cuando se produzca. Porque sí… pasará. Quizás no ahora… pero los cimientos de esa frontera ya están en la sociedad catalana, y permanecerán varias generaciones. No hay marcha atrás.

A esto nos han llevado los unos y los otros con el objetivo de eclipsar las corruptelas y sus cuentas en Suiza y Andorra. España y Cataluña les importa un carajo.

Este domingo, si usted quiere, aplauda frente al televisor mientras vea los disturbios en Barcelona… que sí, van a pasar. Sienta la discutible emoción de observar a nuestros cuerpos de seguridad imponiendo la Ley y el Orden a la fuerza. Está en su derecho.

Pero no se engañe. España seguirá unida y, sin embargo, más dividida que nunca. 

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