Vocabulario básico, II

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Estudió filosofía, estética e indología en las universidades de Sevilla, París y Leiden. Autor de 'Malas hierbas: historia del rock experimental' (2014), 'La prisión evanescente' (2014), 'El dios sin nombre: símbolos y leyendas del Camino de Santiago' (2018), 'El Palmar de Troya: historia del cisma español' (2019), 'Mitología humana' (2019) y la novela 'Los ecos de la luz' (2020). oscar.carrera@hotmail.es

'Cuando nadie me ve', de Isabel Halo (2017).
'Cuando nadie me ve', de Isabel Halo (2017).

A mi prima le encantan los árboles. El problema es que sólo lo demuestra cuando estoy a solas con ella. Con los demás se porta de forma tan delicada, escrupulosa y elegante que jamás habrías adivinado que el mayor goce de la existencia de esa chica de ojos azules y ricitos dorados es escalar hasta las copas y llamarme desde allí, como un enorme mono lejano con vestido blanco y con la voz de mi prima, y ¡ay!, qué susto en cuanto pienso qué le puede pasar si tropieza por un segundo, si se agrieta la madera o si uno de esos saltos que da saludándome con la mano no acaba de nuevo en la rama...

Así es mi prima, y cuando damos un paseo ella y yo, porque mis tíos tienen algo que hacer o quizás porque ella ha insistido en secreto para que así sea, se convierte en un animal salvaje con ínfulas de ardilla, que retoza en el barro, persigue pájaros, come bayas sospechosas y acaba siempre en lo alto de un pino o abedul. Después vuelve a casa echa unos trapos, cubierta de espigas, hojas, ramas y telarañas, y mis tíos me lo recriminan:

“Hay que ver, qué poco cuidado tienes con tu prima”.

“Se lo vamos a decir a tu papá”.

“Pero si en casa nunca juega a esos juegos… esto tiene que ser cosa tuya”.

Y pienso que por su culpa acabaré castigado sin postre una semana, mientras trato de ignorar sus risitas por lo bajinis.

A veces me pregunto por qué no me respeta, si, a fin de cuentas, soy la única persona con la que se siente libre de ser ella misma. Cuanto más cedo a sus caprichos, más sube y sube; cuanto más me pliego a ella, más semanas me llevo sin postre; cuanto más pongo mi otra mejilla, más piñas me lanza desde las alturas. Sin embargo, mis tíos siempre me perdonan: son gente ocupada y prefieren tenerme de niñera a contratar a un desconocido para que lo haga, recordándome, cuando me resisto, los buenos momentos vividos, nuestro sentimiento de comunidad, los valores de nuestra Unión Familiar; luego me lo pagarán con regañinas. Aunque tengo que aceptar de buena gana cuando me lo dicen, siempre trato de buscar alguna excusa si consigo enterarme con antelación de que planean que cuide de esa prima salvaje que sólo sube y sube, cuyo riesgo de dejarme sin postre o sin chuches es tan grande que la llamo, para mí mismo, mi prima de riesgo.

 

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