La protagonista del vídeo.
La protagonista del vídeo.

“A cada época la salva un pequeño puñado de hombres que tienen el coraje de ser inactuales“, decía Chesterton, un británico antisemita que murió el mismo año que Spengler, famoso por La decadencia de Occidente, cuya idea es que nuestra Civilización morirá como otras han muerto antes. El dilema de que nuestro mundo desaparecería como borrado del mapa y con él, por supuesto, desapareceríamos todos nosotrøs, es una de las interpretaciones deducidas del libro de Spengler, y José Antonio Primo de Rivera, en 1936, se habría inventado que Spengler dijo que “a última hora siempre ha sido un pelotón de soldados quien ha salvado la Civilización”. O sea, inventos aquí o allá, la idea insistente es que nuestra Civilización estaría en peligro y la forma de salvarla es que un puñado de hombres o soldados actúen como héroes, con la consecuencia necesaria de que desaparezca la democracia y se establezca una dictadura, a ser posible fascista o semejante, algo que encajaría con el cesarismo previsto por Spengler para salvar la Civilización.

Viene a cuento esta introducción porque llevamos salvando cosas desde Navidad y de pronto ha aparecido un vídeo de la nada con una protagonista de la nada, Tati Ballesteros, a pedir un “capitán” para salvar España. Aunque un pelotón suele estar mandado por un sargento queda, naturalmente, mucho más molón que sea un capitán, que si es de barco ni qué decir de lo bonito del uniforme después de la batalla. Es un vídeo para pocos, y eso nos lleva a Chesterton y a Primo de Rivera, pero ese vídeo va a ser analizarlo de forma muy interesante.

Creo que es importante diferenciar La decadencia de Occidente con la deseable decadencia de la forma de vida de nuestro Occidente. No vamos, como sociedad, a poder salvar ni todos los bares ni todas las terrazas y eso parece que les incendia el corazón a varios, pero a esos mismos no les salen llamas por la boca cuando la especulación y el hotelerismo de lujo, y enfocado a turistas, va a hacer que cierren hosteles y pensiones de barrio del centro de Madrid. Ante lo primero salta la indignación; ante lo segundo, los mismos que se indignaban por los bares vienen con las leyes del mercado y la libertad de hacer negocios con los hoteles.

No, la Civilización no va a morir, aunque la operación salvar la Navidad tenía ese telón de fondo de los defensores de las tesis de Spengler. El problema es que tenemos la oportunidad de salvar el Planeta y una vida humana con dignidad si cambiamos nuestro estilo de vida, pero los salvadores del estilo de vida de esta Civilización no quieren cambiar de estilo de vida ni salvar el Planeta ni la dignidad de las personas: están pensando en salvar los bares y las terrazas y las vacaciones en avión.

Me encantan los bares, lo de dicho muchas veces y los he disfrutado todo lo que he podido, pero los bares no son el monocultivo de mi vida y son un peligro para la sociedad y la economía de todøs si los bares siguen siendo el monocultivo de nuestra economía común. La sociedad deberá, todos nosotros, articular posibilidades para que quienes hoy trabajan y viven de los bares tengan otros modos de vida. Lo mismo que cuando se reconvirtieron los astilleros y las acerías, y todas las otras empresas y sectores que se reconvirtieron en algún momento de nuestra historia común. Nuestro estilo de vida, y no la Civilización, en este sentido, es lo que debemos cambiar para que nuestra Civilización no muera porque mejore.

Nuestra Civilización está enferma, siguiendo la lógica de Spengler, moribunda, sí, de una enfermedad llamada capitalismo salvaje e indómito. No, la solución no es una dictadura, sino más democracia, real, incluyente y llena de feminismo también. Es la Civilización patriarcal y extractivista la que ha llegado a su agotamiento terminal y el cristianismo debería experimentar si es capaz de sobrevivir como una religión para la justicia social real y separada del Estado.

Las campañas para salvar algo, algún negocio sobre todo, son campañas para seguir destruyendo nuestro futuro concreto, nuestro presente. Nos llenan de miedo con el mensaje sutil de que no somos nada sin el viejo mundo, cuyo estilo de vida nos trajo la pandemia y destruye la Naturaleza y el clima, y las posibilidades de que el ser humano pueda seguir habitando el Planeta. Hay mucha prisa por volver a lo viejo, lo que nos parece conocido, donde los miedos viejos  son parte incluso de las costumbres. Pero lo viejo nos ha traído a esta pandemia porque hemos talado bosques en muchas regiones del mundo para seguir con este estilo de vida nuestro que nos destruye. El miedo a nuestra propia destrucción nos lleva a negar que nuestra destrucción pueda llegarnos. Todavía podemos impedir nuestra destrucción si modificamos nuestros estilos de vida y respetamos la Naturaleza y la democracia.

No necesitamos a ningún capitán, a ningún pelotón de soldados ni a un puñado de hombres pasados de moda. Necesitamos tirar menos basura, ir más en bicicleta, producir electricidad sin ensuciar y posible de pagar, no meter cada lechuga ni tomate en una bolsa de plástico, y organizarnos para que todo el mundo tenga una vivienda y el dinero para todo su alimento y su vida digna. Lo curioso es que todo esto es posible con inteligencia y una ideología en favor de la igualdad, la solidaridad y la libertad.

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