El verano se desinfló como una colchoneta pinchada y la Vuelta a España también. El regreso a la actualidad se anuncia, una vez más, saturado de noticias, de sucesos, de problemas y de barbaridades. Ya comenzaron las escuelas, o están por comenzar. Los vacacionistas más renuentes han terminado por apartarse de la escoba con que barrían la pasarela de la playa hasta el chiringuito. Queda todo para los solteros, los sin hijos y los jubiletas.
De vuelta del verano, en esta vieja Europa, volvemos a revolver la misma sopa que antes de que empezara. Dirán que en todas partes es lo mismo; tengo que decir que no. Acá, por ejemplo, aumentan los números de las encuestas para la ultraderecha: en Argentina acaba de perderlas abrumadoramente; las elecciones, porque en las encuestas iba ganando.
El amorío a medida, ahora que los sastres quedaron solo para los ricos y todo el mundo lleva chaquetas caídas de hombros del primer almacén con ínfulas, escaleras eléctricas y colas para pagar, se puso de moda. Se puso de moda hacer cola, las colas que el capitalismo iba a quitar. Inventaron la salud privada por las listas de espera y en los privados ya hay lista de espera. Las listas de espera de la salud pública las habían puesto para que la gente pagara la privada.
Amores a medida. Volvemos del verano a ese mundo lleno de trampas al que le abrimos un paréntesis. Volvemos porque solo pudimos abrirle un paréntesis, no hay magia que lo derrumbe. No sería tan difícil romper con tanta trampa si quisiéramos. Es cosa solo de atreverse un poco a no comulgar con ruedas de molino. A no hacerse operar para ser quince centímetros más alto. Sobre todo, te operas y luego va la piba y te deja; te operas y vas tú y acabas harto de la piba. Hay un método de enseñanza de la lengua que insiste en establecer la correspondencia entre alto y bajito, delgado y gordito. Siguen queriendo opinar y gobernar sobre los cuerpos de los demás.
Es por ahí, por el lado de la perversidad con que se usa la lengua, unida a lo saturada que está la gente, que se cuelan demasiadas cosas como buenas o deseables, siendo lo contrario. El viernes pasado, el Parlamento alemán iba a debatir un nuevo reglamento para poner límites al aumento de los insultos y disparates por parte de, en especial, la ultraderecha. Curioso que los que se anuncian como conservadores y valedores de la moral sean, como en España, como en Estados Unidos, como en Argentina, los tipos y tipas más violentos con el lenguaje y no paren de agredir a quienes no comulgan con sus ruedas de molino.
Te convences de que con los de ultraderecha te vas a hacer millonario y luego vas y te das cuenta de que los millonarios cada vez son menos, desde hace décadas, que cada vez son más millonarios y que la plata para ser millonario no va a llegarte nunca. ¿No sería mejor apuntarte a una distribución justa de la riqueza para todos? No, no estamos diciendo perfecta, estamos diciendo que es imposible que todos se hagan millonarios y que ser millonario quizá sea vivir con alegría. Tener una casa donde vivir y para comer la vida entera. ¿Y las vacaciones?, ¿y las de ahora?
