Verano del 23: el azul del fondo

Los veranos suelen recordarse eternos porque la vida cotidiana, siendo más larga, no da para la épica ni para la epístola

Edificio Valcárcel, Playa de La Caleta, Cádiz. PABLOMARTÍNEZCALLEJA
Edificio Valcárcel, Playa de La Caleta, Cádiz. PABLOMARTÍNEZCALLEJA

En un concierto, ayer, en un club de esos como el Cambalache, de Cadi, pero sin cuartito al fondo, David Ramírez y sus dos músicos creaban con cada canción habitaciones musicales donde se iban identificando lugares y emociones, como en esa novelita Viaje alrededor de mi habitación. En especial con su canción I wanna live in your bedroom (Quiero vivir en tu dormitorio) o Easy does it (Lo hace fácil). Los veranos tienen sus canciones y de mis dos últimos veranos en España tengo, de El no de las niñas, Endiosadas; de Maui, Toma de tierra; de un invierno que pareció verano, en Lisboa, Bulería del corazón, de Son de la frontera.

Todas esas canciones son una arquitectura del silencio esculpida con los sonidos de los instrumentos. Una arquitectura interior con sus techos, sus bóvedas, sus paredes, los escalones de sus escaleras, sus muebles, sus colores, sus aromas y los tactos de las paredes. Sus sabores.

Los veranos suelen recordarse eternos porque la vida cotidiana, siendo más larga, no da para la épica ni para la epístola. Atribuyamos al verano cualquier momento de libre abandono que vivamos durante el año de pesadeces y lo podremos ver. Un verano no se le puede entregar a ningún chisgarabís y no solo al color azul. ¿Entregaría usted un verano a salvar España y que no se pierda? Yo no, simplemente porque es imposible y porque esa épica la hubo en Hércules y era una novela. Cuando un tipo le venga a decir que prefiere perder una embestidura a que se pierda España sonría, si quiere, y siga con el castillo de arena de la orilla. Esa inmolación que, además, no significa absolutamente nada, solo merece una sonrisa y seguir con el cubo y la arena. Si el tipo pierde la votación de investidura, será incapaz de materializar la España que dice que quiere materializar, con lo que esa España suya está perdida. A mí me gustan los malabarismos, los malabarismos serios, los que son juegos de verdad.

Todavía es verano, aunque los cristales de mis ventanas amanezcan empañados como si fuera ya otoño. Es verano, aunque llueva, porque verano es sobre todo una emoción. Un lugar que puede tener muchos lugares dentro de él, como la muñeca, la famosa matrioshka, verano es indolencia hacia las normas y los horarios, el verano resulta quizá más embriagador que la primavera, con sus hornos callejeros de pollos, sus parrillas de sardinas, el verde de las montañas o las crestas de las olas del mar caídas en la orilla. Incluso es el agujero informativo del año, cuando los políticos también toman vacaciones, o deberían, y todo lo que no sea verano parece resultar irrelevante. Incluso nos hemos olvidado de la guerra y la inflación, y las negociaciones para la investidura parecen haberse desinflado, al darnos todos cuenta de que hasta finales de septiembre no pasará nada.

El verano tiene el azul como color de fondo, sin nubes, solo un sol radiante y una sequía, digo yo, que se perpetúa en nuestro deseo de que no llueva. Buen tiempo es sinónimo de tiempo seco, aunque sin lluvia estamos perdidos. Rememoramos el olor a tierra mojada de esa tormenta vespertina de un día de verano, pero pedimos al cielo que no llueva más. Claro, todos nuestros disfrutes se han ido amoldando a la idea del buen tiempo = tiempo seco, pero queremos que salga agua potable por el caño. El sueño de una noche de verano, de Shakespeare, ha tenido su peso en esto con toda seguridad, pero resulta que el calor abrasador de los últimos veranos se nos está atragantando, en especial de este verano de 2023. Veremos, pronto, una reorganización de las vacaciones, de los viajes…, pero y ¿qué va a pasar con las escuelas?, ¿con el tiempo de escuela durante el verano abrasador? ¿Cuándo se podrán organizar las nuevas vacaciones para que no nos achicharremos en la playa o en la montaña?

El color azul de fondo, también el azul simbólico de una ideología, ha sobrevolado este verano del 23.

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