La vacuna

Dosis de vacunas anticovid de la empresa Moderna, en una imagen de archivo.

Desde el principio de esta pandemia, los anti vacunas se sumaron a las protestas junto a los ultraderechistas y otros descontentos, si no iluminados. A las protestas contra la pandemia, sobre todo, y contra todo lo que no sean ellos mismos. En Suecia, con un Gobierno que estableció un mínimo absoluto de restricciones, los ultraderechistas y anti vacunas protestaban pidiendo medidas mucho más restrictivas por la pandemia. Justo lo contrario que en Alemania o España.

Los antivacunas protestaban contra todas las vacunas y ahora protestan contra la nueva vacuna, porque parece que en su ‘Edad de Piedra’ no hacían falta. Pero no todas las vacunas son iguales. Precisamente las vacunas que están desarrollándose utilizan una nueva tecnología de modificación genética que es nueva y sobre la que los anti vacunas no parecen estar demasiado informados. Una tecnología de modificación genética que presenta preguntas y no ha ofrecido todavía todas las respuestas. Respuestas que hay que exigir.

Lo que sí hacen los antivacunas es indignarse. El sábado me paró por la calle un conocido del café para compartir conmigo su indignación y que se iba a tirar al monte contra la vacuna. Estaba indignado porque acabada de descubrir por sus canales de información, a través de Telegram, una plataforma social que yo no tengo ni de momento quiero, que la nueva vacuna significaría, en su interpretación, una modificación genética de las personas. Y lo más grave, los medios de comunicación no informan de ello. Al llegar a casa comprobé si esto era así o no, quería saber de qué fecha era la noticia. El canal ARD, lo que sería La 1 en España, publicó esta información el 27 de julio pasado. En la noticia se puede leer todo sobre los problemas teóricos que presentarían este tipo de vacunas de modificación genética. Lo que significa que quien quiera informarse puede hacerlo y quien quiera enredar y confundir también puede hacerlo. Algunos grandes medios han dado la noticia, y con bastantes detalles, por cierto.

Los anti vacunas salen juntos a protestar con los ultraderechistas porque tienen algo en común, sus supersticiones. Habría un orden natural de las cosas y que coloca a las personas en el orden natural de su propio supuesto destino. El ser humano tendría la dotación necesaria en su propio cuerpo para vivir la existencia o no la tendría. Precisamente el progresismo político, de izquierdas o no, si lo es combate ese fatalismo predeterminista: quien no tenga la dotación necesaria tiene a la sociedad, a una sociedad de cuidados que se hace cargo de los que pueden de otra manera o pueden menos en determinados aspectos. Esto es lo que hace al ser humano que deje de ser una bestia: aguantamos todøs con todøs y entre todøs.

Negarse a aceptar la evidencia científica de las vacunas es concretamente regresar a la ‘Edad de Piedra’, una ‘Edad de Piedra’ que se ha venido practicando en muchas épocas gracias a la moral impuesta desde las supersticiones. Su ecuación es evidente: el destino estaría organizado desde los pliegues y las sombras de la oscuridad, desde donde se gobierna el mundo. Una oscuridad que solo comprenden unos pocos y que nos la explican, y que nos hacen comprender por qué unos mueren o son pobres y otros viven y son ricos; y todos los demás. Negar la eficiencia beneficiosa de las vacunas significa aceptar la muerte de millones de niños en el mundo, por ejemplo, según UNICEF.

El miedo es uno de los elementos constitutivos del ser humano. El ser humano es temeroso de la oscuridad, por ejemplo, desde siempre y por siempre. Hay seres humanos que se llevan siempre una linterna consigo y que cuando cae la oscuridad la encienden para que caigan, precisamente, los andrajos que cuelgan de las sombras, como cayó el murciélago que se me metió en el salón de mi casa hace ya varios años. Cayó al suelo y con una pala, una escoba y mucho cuidado lo saqué al jardín, volvió en sí y regresó a sus vuelos.

Es necesario hablar de la vacuna y de todas las vacunas. En primer lugar para que todo el mundo comprenda qué son y para qué sirven. En segundo lugar para diferenciar entre la vacunas de antes y la nueva generación de vacunas de ‘después de la Pandemia’. En tercer lugar para que nadie se sienta engañado porque no han ido a su casa a tomar café y contarle todo sobre todas las cosas: que no sepamos algo no significa que no se pueda saber, o que se esconda ese saber. Al mismo tiempo, hay que criticar con severidad el grave problema de la divulgación y la difusión del conocimiento por parte de los medios de comunicación de masas. Pero hay que hacerlo con datos concretos y ante noticias concretas. No vale la costumbre de todøs son iguales, porque no lo son, en ninguna parte.

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