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Mañana celebramos un gran día. Histórico, si bien por los acontecimientos de los últimos años se antoja cuando menos, descafeinado.

Y no es porque no existan motivos para reivindicar dignidad en el trabajo, o reconquistar los avances sociales que se nos han arrebatado bajo la bandera de la austeridad, el recorte y la mal llamada solidaridad del funcionariado español (la solidaridad, si es obligada a golpe de decreto, no es solidaridad… es violación de tus derechos).

Pero lo que sí es cierto es que, aquellos Uno de Mayo festivos, donde los dos grandes sindicatos (de entonces) tomaban la calle para celebrar lo conseguido y reivindicar lo anhelado, han perdido fuerza en buena medida por la imagen que precisamente estos dos sindicatos han ofrecido en los últimos años, no solo a la opinión pública, sino a sus propios afiliados y simpatizantes.

Todo ha contribuido a que precisamente el trabajador, ese que debía ser homenajeado el Uno de Mayo, se sienta incómodo desfilando junto a imputados e investigados por la judicatura.

Negocios turbios en torno a programas de formación, dinero en paraísos fiscales, ágapes a cuenta de subvenciones que debieran haber sido empleados para formar y especializar a trabajadores y obreros… todo ha contribuido a que precisamente el trabajador, ese que debía ser homenajeado el Uno de Mayo, se sienta incómodo desfilando junto a imputados e investigados por la judicatura. El trabajador ya no se siente representado por ellos. Y es un problema importante que no debemos obviar si queremos una democracia sana. Porque, en primer lugar, no debemos olvidar que son los sindicatos los que deben velar por los derechos de los trabajadores y los encargados de vigilar las, a veces, aviesas intenciones de empresarios y Estado.

Y en segundo lugar, porque gracias a Dios no todo el monte es orégano. Al igual que en nuestro país el bipartidismo ha pasado a peor vida, en el mundo sindical hay un amplio espectro de organizaciones que han demostrado sobrada validez y honestidad, sin dejarse influenciar por colores políticos de ningún tipo.

Son tiempos de cambio. Los del bipartidismo, y los del bisindicalismo. Y eso sí que es, señores, motivo de celebración.

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