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Me sorprende leer protestas contra un proyecto que pueda dejar de lado a los grandes hoteles y al comercio masivo.

Que los grandes centros comerciales devoran con gula a los pequeños comercios es el pan nuestro de cada día (solo hay que echar un vistazo a los alrededores de la Avenida de las Cortes). Desde que hace décadas comenzaran a aparecer las grandes superficies, los locales de toda la vida han venido sufriendo una competencia abrumadora. Las ciudades donde se levantan esos titanes del consumismo han visto agonizar lentamente el comercio de barrio mientras las asociaciones de comerciantes, con apoyo (no siempre, o no del todo) de las autoridades, han intentado defenderse de las enormes pisadas de esos gigantes, pero David no siempre puede con Goliat. Desde hace años el centro de Cádiz viene deteriorándose, quizás motivado una pizca por el hecho de que durante un tiempo el turismo fuera desviado a nuestro titán particular y por la tendencia del autóctono a rendirse a los pies del coloso.

Por este motivo, y al respecto de la transformación del puerto de Cádiz, me sorprende leer protestas contra un proyecto que pueda dejar de lado a los grandes hoteles y al comercio masivo. Si el puerto de Cádiz se convierte en un centro comercial al aire libre, donde, casi con toda seguridad, los únicos que podrían abrir un negocio serían las grandes marcas internacionales, nacionales o incluso locales, no solo no ayudaremos a la recuperación de los pequeños comercios del casco histórico, sino que dinamitaremos aún más esa zona catastrófica, abocándola a convertirse en un mero expositor y a la larga en desierto. Pasead por las calles con pocos negocios y comprenderéis lo que digo, ya que al gaditano parece costarle dar dos pasos más allá de las calles típicamente comerciales, así que imaginaos si estuviera todo junto... De levantarse en el puerto un gran complejo como el de Barcelona o Málaga (y no podemos comparar aún la oferta de todo tipo de estas ciudades con la nuestra), el crucerista, consumidor potencial de ese nuevo espacio, acabaría paseando por el casco histórico para regresar a comer o comprar en el muelle, porque, además, y con absoluta legitimidad, los restaurantes promocionarían a pie de crucero precios y bondades.

Desde mi humilde opinión, la integración del puerto debe consolidarse en una zona alternativa. No estaría mal cierto ocio nocturno, tampoco algún que otro alojamiento (que ya no son tan pocos en Cádiz, por cierto), zonas verdes quizás, espacios de cultura y centros de interpretación, pero sobre todo debe ayudar a que el turista se adentre en la ciudad. El muelle, puerta de entrada (Puerta del Mar) debe servir como eso mismo, puerta, y no como estanco para el visitante, falso oasis para el gaditano y caja de ganancias para unos pocos.

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