Los dos sindicatos con más afiliación en nuestro país, UGT y CCOO, se han desmarcado de la huelga feminista del 8 de marzo convocando un insultante paro de dos horas con el que cubrir el expediente sin molestar demasiado a la patronal. La decisión de este ridículo paro no ha sido entendida, off the record, por los colectivos feministas, que han entendido este “desmarque” como una ofensa a la mujer, a nuestra clase trabajadora y a la inteligencia de la opinión pública.
O se está o no se está. O se participa o no se participa. Pero tirar por la calle de en medio con una decisión que huele demasiado a Brummel y que solo satisface al PSOE no parece la mejor reivindicación de unos sindicatos que vienen sufriendo una importante crisis de legitimidad, credibilidad y representación.
CCOO y UGT conocen muy bien las razones de la huelga. Manejan los datos mejor que cualquiera. Saben perfectamente que las mujeres cobran aproximadamente un 30% menos que los hombres, que son las más golpeadas por la precariedad y la eventualidad. Saben que el 98% de las personas empleadas en labores domésticas son mujeres y que ellas sostienen los cuidados de la mayoría de familias. Ambos sindicatos conocen que otros sindicatos de peso la apoyarán 24 horas.
CCOO y UGT saben de sobra que nos manejamos en una lógica de privilegiados y explotadas que hay que revertir, y que además, la huelga del 8M apoya otras reivindicaciones complementarias como la erradicación de las violencias machistas y la trata de mujeres, las pensiones dignas para las jubiladas y un largo etcétera perfectamente razonable.
Existen, también, causas más evidentes: el eterno influjo del patriarcado y el neoliberalismo. Ambos monstruos tan sumamente poderosos que se filtran en los sindicatos ocupando sus espacios decisorios (un ejemplo, todos los secretarios generales son hombres). Solo así se comprende esta inexplicable postura de UGT y CCOO, que secundarán la huelga solamente durante dos horas. El resto del tiempo, es decir, las restantes seis horas de trabajo serán esquiroles, la palabra que define al trabajador o trabajadora que no se adhiere a una huelga. Una palabra dura, que antaño ellos mismos utilizaron y que hoy, por quedarse en la tibieza, por simpatizar con el patriarcado y no leer los tiempos de cambio, se les ha vuelto en contra.