El tranquilizador orden de la selva

Tenemos por costumbre hablar de la selva como un caos de peligros que la harían inhabitable. Nos enseñaron a destruirla y todo comenzó con la desanimalización de los animales que empezaron a ser llamados alimañas

La selva en Lagoa, Brasil.
La selva en Lagoa, Brasil.

Llega el barco, un gasolino chiquito que nos lleva y nos trae por toda la laguna. Con su traqueteo, su temblequeo, su subir y bajar de gente en cada embarcadero. Es temprano, el sol calienta como si fuera el mediodía para un europeo. La selva llega hasta la misma orilla de la laguna. Las casitas, casuchas, casas, están construidas sobre pilotes, entre las rocas gigantescas, o esas rocas quedan cerca de las casas como parte del escenario.

Afuera de las casitas el orden, desconocido para el ser humano urbano, de la jungla. Los monos, dos especies de monos, desde que hace unos días soltaran a un grupo de monos que estaba en extinción y los pudieron recuperar; serpientes, por supuesto venenosas; arañas, incluida la que se coló en la casita y terminó apareciendo en mi mano después de escalar, escondidamente, por el largo palo con el que yo movía la mochila donde se había escondido: brinqué, di un grito y me la espanté, todo en un mismo acto. Desde ese momento tuve otra perspectiva del lugar donde estaba viviendo. El temor se materializó, se hizo real, verdadero, concreto y tangible. Desde entonces, cuando salimos a desayunar al patiecito y vemos las plataneras tenemos una consciencia clara de que en ellas habitan otras temidísimas arañas. Y así. Sin embargo, sigo aquí. Seguramente porque creo que los peligros son también limitados, y que lo son porque, en principio, todos esos animales no quieren venir a por mí.

IMG 6675
El barco en la selva.

Tenemos por costumbre hablar de la selva como un caos de peligros que la harían inhabitable. Nos enseñaron a destruirla y todo comenzó con la desanimalización de los animales que empezaron a ser llamados alimañas, y a ser identificados como la corporeización del maligno, del mismo diablo: la serpiente, por ejemplo, o el dragón, quizá la iguana de hoy en día, a la que llaman lagarto.

De la selva urbana hay otras cosas que decir, entre otras que los seres humanos se sientan a conversar, o pueden, para ordenar sus vidas, que son todøs la misma especie, que no están sujetos al instinto, que sus conductas son modificables desde la reflexión en la vida común. Pero en eso llega el neoliberalismo, el derechismo neoliberal, la ultraderecha neoliberal y llega para destruir todas las normas y acuerdos, y esa destrucción no es la supuesta vuelta a la selva: la selva tiene normas y su vida está regulada. La vida urbana humana neoliberal es mucho peor que la selva. Sería interesante escribir a la inversa el libro de George Orwell, Rebelión en la granja, pero no hay arañas mortales despiadadas que maten por venganza, ni serpientes que destruyan la vida de alguien para obtener su poca fortuna o el fruto de su trabajo sin remunerarlo. El neoliberalismo va unido a la deshumanización de determinados grupos de seres humanos: los pobres, para empezar, y todos los diferentes al canon moral que incluye una moral sexual puritana.

Es interesante, también, como los neoliberales hacen propaganda de una libertad que luego quieren eliminar: la libertad de poder abortar según la ley. Al mismo tiempo defienden la pena de muerte, aunque su propaganda se basa en el derecho a la vida.

Los neoliberales deshumanizan a todos los que piensen distinto que ellos y con posiciones ideológicas, insultándolos gravemente. Aun más, deshumanizan y desprecian a todos los que piensen diferente acusándolos de practicar una ideología, porque afirman que lo suyo no es ideología sino la única-verdad-única, y diciendo cosas como que la libertad no se negocia, ¿qué libertad?, ¿la de quién?

La maldad de los seres humanos que practican la maldad que despreciar a los pobres y condenarlos al hambre, o ignorarlos, no tiene un espejo en la jungla que se la devuelva. Las alimañas están en la sociedad urbana humana, las que anuncian que la justicia social es una aberración, y en base a ese mandamiento condenan a la miseria y al hambre a millones de personas. A la muerte. Ningún animal de la selva haría acopio inacabable de riqueza para condenar al resto a la miseria y al hambre. El neoliberalismo es el régimen de las alimañas, de las verdaderas alimañas. En la verdadera jungla, en la selva del neoliberalismo humano, hay seres humanos que persiguen a otros para imponerles un orden que les beneficie. Los animales no vienen a por mí, van a satisfacer sus necesidades esenciales o a defenderse y quizá me cruce en su camino por casualidad. Ojalá que no. Los animales no odian, algunos seres humanos sí.

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído