Me contaron que, poco después de que se produjera el apagón de la semana pasada, ya había algún que otro meme circulando por las redes. No sé si sería verdad, pero probablemente fuera cierto porque cuando volvió la luz a mi ciudad y conseguí conectarme a internet, pude ver algunos chistes sobre el asunto. A mí no me pareció mal, que conste. Al fin y al cabo, parece que las causas no se debieron a un ataque amenazante hacia nuestro país y, por fortuna, no se produjeron grandes catástrofes personales -soy muy apocalíptico y lo pasé mal imaginando accidentes aéreos y ferroviarios, cientos de personas falleciendo en hospitales y carreteras-.
Lo que sí es cierto es que el asunto me hizo pensar sobre la querencia actual que tenemos por los memes. Estuve recordando y me dio la impresión de que cualquier tema es adecuado para bromear sobre él. Parece que, si podemos echarnos unas risas, cualquier suceso es bienvenido.
Me acordé por ejemplo de una imagen que me impactó hace pocos días. Unos buzos rescataban del mar el esqueleto de un joven devorado por los peces. El chico estaba de vacaciones y se ahogó tratando de salvar a una amiga -la salvó- que no podía salir de entre las olas.
En este caso no vi memes pero sí leí algunos comentarios jocosos o que trataban de ser divertidos. Y me puse a pensar que una cosa es intentar tomarse la vida con humor y otra cosa es no tener ni pizca de corazón. Que no todo vale y que, si lo que vas a poner no mejora el espacio en blanco, mejor no pongas nada.
Creo que nos hemos vuelto demasiado insensibles. Nos hemos acostumbrados a las imágenesdantescas y, tal vez por eso, todo nos parece adecuado para intentar hacer reír. Aquí entra el tema ampliamente debatido sobre cuáles deberían ser los límites del humor. Debo admitir que yo no lo sé, pero sí sé lo que me hace gracia y lo que no. Y creo que hay situaciones que traspasan la línea roja, si no de la ley, sí de la moralidad.
Admiro la inventiva y la rapidez mental de la gente que crea imágenes para divertirnos y de aquellos que consiguen hacer buenos chistes con sólo unas cuantas palabras. En serio. Creo que hay pocas cosas más generosas que hacer reír a los demás. Lo único que digo es que hay que pensar dónde gastar las balas y que no todos los objetivos merecen ser apuntados por el tenebroso ojo del cañón. Diferenciar unos de otros ya es cuestión de cada uno.