Con lo sencilla que es a veces la vida y lo que nos empeñamos en complicarla.
Con lo sencilla que es a veces la vida y lo que nos empeñamos en complicarla. Debería ser objeto de estudio el ser humano en estos aspectos, ya que, como decían los míticos Radio Futura a finales de los 80, “la cosa pierde color cuando la piensas dos veces y más dispuesto pareces a pensar en lo peor”. ¿Por qué le damos tantas y tantas vueltas a las cosas cuando todos sabemos que las soluciones suelen ser simples y sencillas?
Vean el ejemplo de nuestro presidente en funciones intentando formar gobierno. Vamos a ver… ¿somos los ciudadanos los únicos en ver las cosas blancas y en botella? Usted quiere gobernar, pero solo no puede. Luego debe llegar a acuerdos. Y para llegar a acuerdos, deberá ceder en algo. Y ese algo solo son dos cosas: programa o sillones.
Si el señor Rajoy invitara al señor Sánchez a formar un gobierno de concentración, ofreciéndole la vicepresidencia primera y dos o tres ministerios, hace meses que tendríamos gobierno. De hecho, ésa es la fórmula de Gobierno de concentración que ha funcionado en otros países europeos, no nos engañemos. No es la mejor, no es la ideal, no es ni mucho menos la deseable… pero es infalible, incontestable y sobre todo práctica.
Y tras siete meses de gobiernos fallidos y de política nacional paralizada, necesitamos soluciones prácticas. Que ya el posturno ha durado bastante y unas terceras elecciones nos abocan sin remedio a un cabreo generalizado con nuestra clase política por ser incapaz de llegar a acuerdos siquiera de mínimos muy mínimos. Y no trate de esconderse tras la careta ideológica, señor Sánchez, que ya Felipe González ha dejado claro que ustedes no son tan diferentes a los populares como predican. Quítese la pinza de la nariz, que no cuela.
Tensar la cuerda en demasía solo puede provocar que ésta se rompa. Y sin cuerda, a ver cómo seguimos jugando, señores. Déjense de componendas de cara a la galería, hablen claro, y sáquennos de este deja vù continuo, este “día de la marmota” al que nos han condenado a los que, precisamente sí hemos cumplido con nuestra obligación, la de votar. Ahora cumplan la suya. Lleguen a acuerdos, pacten. En definitiva: hagan política, que para eso les pagamos entre todos, y muy bien, por cierto.
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