Una película, una hija trans y un padre de Vox

'Te estoy amando locamente' es también un espejo donde podemos observar de dónde venimos y hasta dónde hemos llegado como país

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

Una película, una hija trans y un padre de Vox. Fotograma de 'Te estoy amando locamente', un espejo donde podemos observar de dónde venimos y hasta dónde hemos llegado como país.
Una película, una hija trans y un padre de Vox. Fotograma de 'Te estoy amando locamente', un espejo donde podemos observar de dónde venimos y hasta dónde hemos llegado como país.

Durante la primera semana de la campaña electoral se estrenó en España una película sobre la historia del Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria de Andalucía que, aunque cuenta con un presupuesto modesto, es la octava cinta más taquillera de nuestro país. Te estoy amando locamente, del director andaluz Alejandro Marín, es una película de ficción que desborda rigor histórico sobre unos valientes andaluces que durante la Transición pelearon para despenalizar la homosexualidad y que las personas LGTBI salieran de la marginalidad social.

Es también una película que refleja con especial belleza y épica cómo la cultura popular andaluza, la misma que el franquismo intentó apropiarse como cultura oficial de la dictadura, sirvió justamente como herramienta de las travestis y mariquitas para conquistar la libertad sexual en los locales de ocio nocturno que visitaban los mismos policías y machotes que luego las perseguían a la luz del día. La inteligencia popular del pueblo andaluz, siempre experto en robarle a los inquisidores las herramientas de la persecución para transformarlas en liberación popular.

La película es también un espejo donde podemos observar de dónde venimos y hasta dónde hemos llegado como país. Cuando termina la película, a uno le entran ganas de gritar ‘Viva España’, viva la España de los derechos, viva la España de la gente que se dejó los mejores años de su vida para que a este país no lo conozca hoy ni la madre que lo parió, viva la España de la libertad a la que se oponen los que confunden libertad con tomarse una caña o elegir un jersey azul o fucsia en Zara y viva la España que unió a los obreros, que vivían en barrios sin alcantarillado, sin aceras, sin escuelas, sin ambulatorios y sin miedo con curas rojos, estudiantes, maricones, travestis, bolleras, feministas y gente con vidas más cómodas que entendieron que querían luchar para que sus vidas fueran un derecho para todos y no un privilegio de unos pocos. Los transversal es que quien está arriba mire a los de abajo y no al revés, como acostumbran a decir los fanáticos del pragmatismo como eufemismo de renunciar a defender a los de abajo para ser aceptados por la Corte. 

Te estoy amando locamente une también dos puntos geográficos que la derecha intenta enfrentar cada vez que puede como territorios enemigos. La cinta refleja que la despenalización de la homosexualidad se tejió en una hermosa e inteligente estrategia de fraternidad entre el movimiento LGTBI de Andalucía y Cataluña, a través de la histórica activista andaluza Mar Cambrollé, vecina del que era y es el barrio más empobrecido de España, y Armand de Fluvià, un aristócrata catalán que fundó el primer movimiento homosexual que se fundó en España durante los 70 y que, como primera acción, formó en Barcelona a la activista Mar Cambrollé, que pudo viajar a la capital catalana porque cada compañero del Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria de Andalucía puso lo que pudo para comprarle el billete de autobús. La solidaridad y la lealtad siempre salva a los nadie.

A pesar del éxito de taquilla, de la potencia de la historia y del boca a boca que la está convirtiendo en uno de los fenómenos cinematográficos del año, la película no ha sido proyectada en ninguna sala de cine de la provincia de Huelva, siendo su protagonista, Omar Banana, de esta provincia andaluza. En respuesta al veto de la película, que ya han visto más de 50.000 espectadores en España, la Universidad de Huelva contactó directamente con la productora de la cinta para proyectarla en su auditorio en dos sesiones continuas, con un aforo total de 540 personas.

A las pocas horas de poner las entradas a la venta, la Universidad de Huelva tuvo que colgar el cartel de no hay billetes y, afortunadamente, un cine en toda la provincia onubense programó la película en su cartelera. El veto a la película no ha sido por razones económicas, que podría serlo porque un cine está en su derecho de programar lo que más rentable sea para su taquilla, sino por razones ideológicas, por considerar que una película de maricones, bolleras y travestis revolucionarias no es apta para el público de una provincia como Huelva. 

Esta misma lectura de pensar que el feminismo y los derechos LGTBI han ido demasiado lejos, para un país que nos quieren hacer creer que es conservador, es la que está detrás del veto a Irene Montero y del intento de disciplinamiento del feminismo que hace ruido para conseguir derechos y la estrategia con la que la izquierda se ha presentado a las elecciones generales. En lugar de convencer con ideas y argumentos, la izquierda ha preferido vetar. Lo peor del autoritarismo son sus ramificaciones.

La reacción de los bárbaros a la ley trans, a la ley del sólo sí es sí o la ley del aborto es directamente proporcional al avance en derechos y libertades que estas leyes han significado. Pero no solamente, una ley por sí sola no es útil porque otorgue más derechos, sino porque educa a la sociedad y abre la puerta a conseguir más derechos y libertades en el futuro. La política no es sólo escribir en el BOE, que también, sino anticiparse, abrir ventanas y proyectar imaginarios nuevos de emancipación, como hicieron aquellos pocos valientes que protagonizaron las primeras manifestaciones cuando ser maricón, bollera, travesti o bisexual era suficiente para pasar seis meses con los huesos en una cárcel inmunda del franquismo o atado a la cama de un manicomio.

El 8M del 2018 no hubiera sido un éxito sin ‘El tren por la libertad’ de 2014 en defensa de la Ley del aborto que se saldó con la dimisión del exministro Alberto Ruiz Gallardón que quería regresar a las mujeres a los años 80. De la misma manera que la Ley Trans no hubiera sido posible sin la ley de matrimonio igualitario que impulsó el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. La derecha lo sabe, por eso recurre al Constitucional cualquier avance en derechos y libertades y, cuando éstos se consolidan, se apunta a su defensa para evitar que se siga avanzando. 

Cuando el PP dice que está a favor de un “feminismo sensato” y de un Orgullo LGTBI con “gente vestida normal sin dar la nota”, lo que quiere decir es que está en contra de de que el feminismo siga conquistando nuevos derechos feministas y que el Orgullo sea político, descontrolado, que aspire a derribar la cisheteronorma como concepción social, cultural, económica e institucional.

A pesar de que Pedro Sánchez y Yolanda Díaz han intentado, con el veto a Irene Montero, una campaña electoral donde el feminismo y los derechos LGTBI fueran moderados, discretos, que lucieran pero que no se notaran demasiado, ha sido el feminismo y el movimiento LGTBI quienes más se han movilizado a favor de la izquierda para frenar a la derecha. Nadie mejor que las mujeres, los maricones, las bolleras o las travestis saben reconocer en los surcos de la memoria de su propio cuerpo la barbarie que significa un país gobernado por los bárbaros.

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, que es el líder del PP más hábil, lo verbalizó esta semana pasada en el Parlamento andaluz en respuesta a una interpelación de Vox. “Hay padres y madres conservadores, de derechas, pero que sus hijos son homosexuales y se sienten violentados por sus actitudes”, le reprochó Moreno a la bancada de Vox.

Moreno Bonilla sabe que el éxito de la derecha española y el suyo propio pasan por no avivar el avispero cultural

Moreno Bonilla sabe que el éxito de la derecha española y el suyo propio pasan por no avivar el avispero cultural, por no vincular a la derecha con el autoritarismo. En lo económico y en su agenda privatizadora de los servicios públicos, Juanma Moreno sigue la misma radicalidad que Isabel Díaz Ayuso. En lo cultural, a pesar de que fue el primer líder del PP en pactar con Vox, sabe que hay banderas, como el feminismo o el movimiento LGTBI, que le pueden borrar su imagen de simpático si se enfrenta a ellas con el argumentario de la derecha. De cintura para abajo, en España ya no queda nadie de derechas. Spoiler: las libertades individuales y el derecho al propio cuerpo serán defendidos tantas veces se pongan en cuestión. 

En la proyección de la película en el auditorio de la Universidad de Huelva estaba María, una chica trans de 30 años, acompañada de su padre, votante de Vox, que al terminar comentaba en un corrillo que su progenitor no había votado a Vox el 23J porque no quería votar en contra de su hija. Una familia no es una muestra sociológica para concluir que esta haya sido una de las claves de la movilización de la izquierda para frenar al PP Y Vox, pero han sido muchas familias en la que ha existido la idea de que en estas elecciones se jugában mucho más que quién iba a ser el próximo Gobierno. Las dictaduras ya no se dan con militares ni con tanques, sino con odio legitimado por el poder mediático. Hungría y Polonia son dictaduras, aunque no haya militares en sus respectivos gobiernos. 

El feminismo y la lucha LGTBI no sólo han cambiado las vidas de las mujeres, homosexuales, bisexuales o personas trans, sino a toda la sociedad, porque detrás de las diversidades y de las mujeres no hay un derecho simbólico, sino el derecho a ser sin violencia, en igualdad y libertad. Nada más material que lo que somos. No hay derecho al trabajo, a la vivienda, a la sanidad o a la educación si se violentan los cuerpos donde habitan todos estos derechos. La libertad es como una ola invisible que va por debajo del mar y que sale a flote para que la gente salga a la calle a manifestarse a pesar de ser ilegales, para que las familias y amigos acudan en masa a votar para proteger a sus seres queridos, para que los cines se llenen de emoción, aplausos y alegría por una película, para arruinar encuestas, congelar sonrisas o para que una mujer trans de 30 años eduque a su padre hasta convencerlo de que si realmente la quiere no puede votar a quien le niega el derecho a su propio nombre.

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