Stranger eighthings

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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Si la cinematografía fuera ciencia, sería inexacta: los 80 empezaron en el 77.

Si la cinematografía fuera ciencia, sería inexacta: los 80 empezaron en el 77. Y al año siguiente de que Lucas nos trasladara a una galaxia muy lejana, vino a nuestro mundo Superman. Los títulos posteriores sí llegaron ya ajustados al calendario: Indiana Jones, ET, Poltergeist, por citar los inicios de la revolución que experimentó el cine hace treinta y tantos años, y que en pleno siglo XXI está de moda —obsérvese que hago coincidir esta columnilla con el estreno de la segunda temporada de Stranger things, sucedido el viernes—.

Podría haber retrocedido hasta 1975 y Tiburón, pero no estoy seguro de que se integre bien en mi particular definición de los 80 —a ver si soy capaz de describirlos— puesto que la considero una película de dos rombos. Y lo que para mí define este periodo es que surgió con él un modo nuevo de hacer cine —de fantasía, terror, cifi, aventura…— para toda la familia, aunque orientado al público juvenil; al público que fuimos quienes somos ahora cuarentones. Si comparo estas películas con las que venía haciendo Disney, noto un sinfín de diferencias, ¿no les parece?

Decía que los 80 están de moda. Los dos principales hitos del homenaje actual a aquella época son la ya mencionada serie Stranger things y la novela Ready player one, que no en vano será adaptada al cine en 2018 por Steven Spielberg, sin duda el demiurgo de la esencia ochentera. Por ello aventuro que disfrutaremos de esta modita algún tiempo más. Y no habría nada de malo en ello —yo mismo puedo tener alguna inclinación al respecto— si no fuera por los ataques de acrítica nostalgia que conlleva.

Porque no todo lo que se rodó entonces alcanzó las cotas de magisterio que se le atribuyen hoy, cuando se dispone del término obra maestra con excesiva generosidad. Recuerdo que, incluso en sus estrenos, obras a las que se cuelga la etiqueta de sobresalientes ya me parecían mediocres entretenimientos cuando era niño. La mitificación ha llegado al punto de que las redes sociales se llenan de comentaristas para quienes los remakes rodados últimamente, por no ser de su agrado y atentar contra la memoria del original, les roban su infancia.

Infancia es la palabra clave. Las películas son una excusa. Las películas nos remontan al olor del cine donde las veíamos con trece años, a la oscuridad y la moqueta, al sabor de las chuches; nos trasladan a la cola que guardábamos junto a la pandilla, a los carteles de los estrenos que nos vetaban por edad. Resucitamos los 80 porque hemos cruzado la línea temporal que nos acerca al The End y necesitamos revivirnos; porque ansiamos ser de nuevo el chaval que fuimos y no regresará, por mucha magia que haya en la pantalla, y porque queremos que nuestros descendientes, ahora casi en la edad que teníamos entonces, hereden las sensaciones que recordamos, como remedo de inmortalidad.

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