A la sombra.
A la sombra.

Quizás una de las primeras pruebas que tendríamos que superar los hombres para comprender y empatizar en igualdad con las mujeres, es la de aprender a vivir bajo su sombra.

Los hombres que estamos tan acostumbrados a ser los protagonistas, tener la voz principal, ocupar los espacios que el neoliberalismo considera como nuestros, ser los sustentadores principales de la familia, y el centro de atención de todas las miradas, necesitamos tener nuestra particular travesía en el desierto, y asumir ese otro rol secundario, y talvez por qué no, el protagonismo pero en otros lugares y responsabilidades, tan importantes para la vida, a los que nunca hemos dado valor porque pensamos que nos hacen menos hombres.

Vivir con una mujer qué por sus cualidades humanas y capacidades profesionales, destaca más que tú, no es fácil para seres como nosotros hechos al machismo y a la idea de la superioridad.

Asumir ese segundo plano para el que no estamos educados, abandonar el orgullo masculino, controlar la prepotencia de nuestro ego, y no ocupar esas posiciones de liderazgo, requiere de un importante trabajo de deconstrucción de nuestro machismo y masculinidad.

Reconozco el orgullo y la felicidad que se siente al convivir con una mujer que marca las diferencias. Es saludable ser honrado con uno mismo y disfrutar con el reconocimiento a los valores y excelencias de la persona con la que convives, aunque tú no brilles, porque tiempo hemos tenido de hacerlo y en el mayor número de ocasiones sin más merecimiento que ser hombres.

Para los hombres, a los que nos sobra mucha testosterona, y que tenemos que comprender que ni somos el ombligo del mundo, ni tampoco el centro del universo, es una cura de humildad que necesitamos para una sana y feliz existencia.

Saber estar entre bambalinas, tras los focos, es un ejercicio de empatía que nos sirve para percibir mejor la verdad en la que nos movemos, lo que desde hace siglos llevan sintiendo las mujeres, el largo camino por recorrer, y lo hermoso que es vivir esa realidad que desconocemos.

Desde hace veintiocho años convivo con una mujer extraordinaria y excelente en lo personal y en lo profesional, que destaca con justicia sobre mí, y siempre me he sentido feliz. Cuidar de ella y de mis hijas es mi mayor reconocimiento, el lugar que he decido ocupar en la vida, y un proceso que los hombres hemos de experimentar y superar, si algún día pretendemos ser considerados hombres igualitarios.

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Comentarios (1)

Gertrudis Hace 2 años
Tu mujer seguro que está muy orgullosa de tí. Tener un hombre por la igualdad en casa es una ventaja. Ojalá se extienda está luz
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