Vacunación contra la covid.
Vacunación contra la covid.

Por la pandemia y por todo lo que la pandemia ha puesto ante los ojos de muchos de todos: el concepto de libertad.

Yo no me he vacunado por ninguna idea de responsabilidad social ni solidaridad con nadie. Yo me he vacunado para proteger mi salud, en primer lugar. Como cuando me vacuné contra la hepatitis B; como cuando viajé a Colombia, siguiendo las indicaciones del Instituto de Medicina Tropical de Hamburgo; como cuando revisé la vigencia de mis vacunas, especialmente contra la rabia, por razón del riesgo de abundancia de perros callejeros, antes de viajar a Chile o a Bulgaria.

En Valparaíso se confirmó, por cierto, la necesidad profiláctica de la vacuna. La necesidad profiláctica de la vacuna contra el virus corona se confirma cada día en todos los hospitales y en los cementerios. Comprendo que haya quien quiera opinar sobre si la suma de dos más dos sea cuatro o catorce; comprendo la necesidad de algunos de opinar sobre si los seres humanos somos un saco de virus y por eso no corremos peligro con el virus corona.

Sí, comprendo todo eso, pero no lo comparto. Es más, pienso que ese presunto derecho para opinar sobre tantas cosas sin antes haberse formado una opinión con un conocimiento asentado y aceptado es la burla que nos hace nuestro propio estilo social. Es el origen de la polarización de nuestras sociedades y de los rotos y jirones que ya sufrimos. La relativización, sobre todo desde las derechas, como si no existiera ninguna verdad, en cualquier tema político, ha acelerado este proceso de degradación social de un modo terrible.

Se les entregó a todos løs ciudadanøs la libertad de decidir si querían vacunase o no, en lugar de abrir un debate de amplio alcance, y transversal, sobre la necesidad de la vacunación o no. Se nos entregó la libertad de hacerlo y ahora se descubre que quien use la libertad para algo distinto de lo previsto se convierte en el enemigo. Verdaderamente no debería extrañarnos tanto, el famoso libre albedrío es lo que tiene: se nos entregaría la libertad de hacer lo que quisiéramos, pero si no hacemos lo correcto nos vamos derechitos a las calderas de Pedro Botero.

No se quiso abordar un debate necesario que hubiera abierto un diálogo social y ahora es la ultraderecha la que se ha adueñado del concepto de libertad. El error cometido por los gobernantes está a la vista. En lugar de liderar la dinámica social en este asunto van a rebufo de las ultraderechas y de los neoliberales. La aparición de la mutación ómicron y la cuarta ola alemana, sexta en España, hubiera ofrecido la oportunidad de corregir el error, al menos en su intensidad severa.

Lo que parece es que ya llegamos tarde. El anuncio de la vacunación obligatoria en Austria se ha saltado cualquier forma de debate, diálogo y conversación, y la extensión del conocimiento sobre el virus y su vacuna vuelve a perder su oportunidad. Parecido es lo que ocurre en Alemania, donde se debate una vacunación obligatoria por profesiones en el Parlamento, y ya desde el Consejo Ético Federal se han expresado dudas sobre una vacunación obligatoria, aunque las deliberaciones no han concluido.

Roturas en la sociedad. La prensa alemana ha informado sobre situaciones familiares o entre amigos donde la pandemia ha producido rupturas o ha levantado un tabú en las reuniones: de la pandemia no se habla; de la vacuna, menos. El propio nuevo canciller federal, Olaf Scholz, declaró que una de sus más importantes preocupaciones es que se mantenga la cohesión social. Difícil, cuando tras entregar el libre albedrío se ofrece el ‘infierno’ a quienes no hagan lo correcto.

El profesor Drosten, eminente virólogo, recién nombrado asesor del nuevo ministro federal, salió ante la opinión pública a decir que esta “no es la pandemia de los no vacunados”. El filósofo Precht, profesor honorario en Berlín y Lüneburg, advirtió de lo peligroso que era convertir a los no-vacunados en el enemigo. Por sus declaraciones críticas contra la presión a la que se sometía a los no-vacunados ha quedado activada una suerte de acción contra su crédito intelectual. En todos los niveles de la sociedad se está desatando la polarización más extrema, aunque es cierto que existen islas de cordura donde es muy apetecible habitar; islas de cordura y de vacunados.

Unos amigos dejaron de invitarme a su casa desde el día en que discrepé con ellos sobre el derecho de los vacunados a no vacunarse hasta que el Parlamento tenga el coraje de exigir una vacunación obligatoria, con el debate y diálogo social previo necesario. Su actitud era en extremo contraria contra los no-vacunados y no aceptaban, por ejemplo, que los vacunados estábamos protegidos con la vacuna, en primer lugar, pero, en segundo lugar, que los vacunados también podemos transmitir el virus, razón por la cual existe la famosa regla 2g+ (vacunados o sanados y con un test negativo) generalizada en toda Alemania para espacios cerrados y solo autorizados a vacunados o sanados. A muchas personas les parece insoportable que el mundo real esté tan alejado de su idealización del mundo.

En Alemania, y enlazo con mi columna anterior, hay un problema que ellos mismos reconocen: su pasado. Un pasado que no cayó del cielo un buen día sino que se vino construyendo con anterioridad a los años 30. Hay una expresión que no muchas personas conocen, ni siquiera en Alemania: Am deutschen Wesen mag die Welt genesen (A la manera Alemana se curará el mundo). Una expresión salida del poeta Emanuel Geibels en 1861, durante el proceso de unidad alemana, y con la que reivindicaba la unidad bajo Guillermo I, de Prusia. En su origen, esta frase hacia mención a la unidad alrededor de un Estado prusiano.

Esta frase, en el inconsciente colectivo, reactualizada y resignificada en momentos y ocasiones diferentes, diría que está operando en este momento, con los peligros que ello representa. No se olvide que la extrema derecha está acusando al Estado y al Gobierno de robarle la libertad a los ciudadanos con las restricciones de la pandemia y la eventual obligatoriedad de la vacuna.

Este es el complicado momento que está viviendo el concepto de libertad y que puede poner en gravísimo peligro a la libertad.

La democracia es conversación, diálogo, debate, incluso en pandemia; dejemos la desesperación para los momentos en que no pongamos nada importante en peligro. Ha empezado a desarrollarse una incipiente histeria social, en algunos sectores, que está provocando ya roturas. No hay motivo para esa histeria social. Vacunarse, llevar la mascarilla, evitar demasiados contactos y los lugares cerrados, lavarse las manos con jabón, sin arrancarse la piel, parece lo adecuado. La levedad es fundamental, trivializar es importante, lo banal no puede abandonarnos; la responsabilidad es bien de primera necesidad. La solidaridad es, junto a la curiosidad, la mayor cualidad humana.

Entregar la libertad de actuar incluye que los ciudadanos podrán hacer uso de ella sin sentirse coaccionados por ello. Si no es posible entregar la libertad de vacunarse o no hay que abrir un debate y tomar una decisión. En ese debate tendrán que estar sobre la mesa las libertades individuales y las libertades públicas. El concepto de libertad no es ilimitado en ninguna de sus versiones, y por ello hay que abrir un debate sincero, honesto.

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