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Saber que Neruda violó a una limpiadora de un bungalow de Wellawatha cuando era Cónsul de Ceilán, como si fuera una estatua, como él mismo reconoció en sus memorias, te deja un agrio sabor de boca al vover a recitar esos 'Veinte poemas de amor y una canción desesperada' que un día te enamoraron.

Hace unos días compartí un artículo de Pepo Jiménez titulado Picasso, Neruda, Lennon… cuando la genialidad disimula la misoginia que generó un extenso debate en mi muro de Facebook. Y no es para menos. Saber que Neruda violó a una limpiadora de un bungalow de Wellawatha cuando era Cónsul de Ceilán, como si fuera una estatua, como él mismo reconoció en sus memorias, te deja un agrio sabor de boca al vover a recitar esos Veinte poemas de amor y una canción desesperada que un día te enamoraron.

Evoca un mundo mucho menos idílico la canción Imagine cuando sabes que Lennon reconoció en una entrevista a la revista Play Boy que él solía ser cruel físicamente con su mujer: la golpeaba y la mantenía alejada de las cosas que le gustaban. Yo era golpeador. No podía expresarme y recurría a los golpes. El dolor de Picasso por el bombardeo de Guernica, que tan magistralmente plasmó en el cuadro del mismo nombre, se entiende menos cuando, al mismo tiempo, se mostraba insensible ante el sufrimiento que causaba en sus mujeres por considerarlas meras máquinas de sufrir.

Ves con ojos mucho menos admirativos a Gandhi cuando te enteras de que este pacifista creía que las mujeres eran responsables de los impulsos masculinos depredadores en las violaciones y, para evitarlos, castigaba a las mujeres violadas cortándoles el pelo. A la fuerza los ves distintos. ¿O no? Pues no necesariamente. Hay opiniones para todos los gustos: a raíz de leer el artículo, algunas personas decían que ya no los podrían ver como los veían antes. Por el contrario, otras, no pocas, afirmaban que su admiración por ellos no había disminuido un ápice a pesar de saber que eran unos maltratadores, violadores y misóginos. Me desconcierta, y me preocupa, la laxitud con la que admitimos determinadas actitudes moralmente reprobables, especialmente cuando son los hombres los protagonistas, ya sean genios o personas corrientes.

Así, cuando hombres y mujeres me cuentan las historias de sus antepasadas para el Memorial a Ellas me dicen cosas como estas: "Mi abuelo le dio algún que otro bofetón a mi abuela, pero no era malo. Era un buen hombre, pero en la época ya se sabe…". "Su marido la dejó sola con cinco hijos y volvió a los pocos años, pero luego fue un buen marido que quiso mucho a sus nietos…". "Mi madre tuvo que soportar que mi padre le pusiera los cuernos con unas cuantas mujeres, pero no la trataba mal. Claro, en esa época a los hombres se les consentía todo…". Tú conoces bien estas historias, ¿verdad abuela? Son cosas de hombres, como el brandy Soberano, te escuché decir alguna vez. Son hijos de su generación, del machismo imperante, de la educación recibida, oigo a modo de justificación.

Y es cierto. Pero no lo es menos que, en todas las épocas, las mujeres se han llevado la peor parte y que los seres humanos estamos dotados de libre albedrío. Por eso creo imprescindible ver las cosas con perspectiva de género. Una perspectiva que me lleva a seguir valorando el legado artístico, cultural, político o social que estos hombres han dejado, pero a despreciarlos como personas: no creo que la genialidad exima de culpa.

Aún nos queda mucho camino por recorrer. No estamos como en tu época, abuela, aunque en la mía aún seguimos tolerando, cuando no jaleando, muchas conductas machistas (me siguen pitando los oídos cuando recuerdo los cánticos machistas dirigidos a la ex pareja del jugador del Betis, Rubén Castro; o lo que dijo ese impresentable que tienen los norteamericanos por presidente: Cuando eres una estrella, las mujeres te dejan hacerles cualquier cosa. Agarrarlas por el coño. Lo que sea…) y minimizando la cosificación a la que los medios de comunicación someten a las mujeres (basta con ver anuncios como el de Mediamarkt en el que se usa la imagen de dos mujeres con dos buenas delanteras para publicitar un televisor o el de un centro comercial que utiliza a una niña de 6 o 7 años posando con un collar de perlas atado al cuello y ataviada con un vestido, unos tacones y un bolso a juego, acompañada del titular I love Rebajas). 

Ni los genios ni los hombre corrientes pueden estar al margen del juicio moral. No hay Imagines, Guernicas, Cantos Generales, Nóbeles de la Paz o, descendiendo al común de los mortales, actitudes cariñosas con los nietos y buenas obras a la comunidad, que exima de culpa a los machistas maltratadores.  De esa permisividad, esta desigualdad. 

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