La síntesis Tamames

Al final, lo único que ha resistido en el aire del hemiciclo ha sido la tradición intelectual clásica que a través del cuerpo renqueante de Tamames pone en evidencia al político actual

Ramón Tamames junto a Santiago Abascal durante la moción de censura contra Pedro Sánchez.
Ramón Tamames junto a Santiago Abascal durante la moción de censura contra Pedro Sánchez.

Ya decían que lo de la moción de censura de hoy no iba a valer para nada, si acaso para que don Ramón Tamames satisficiera su imperiosa necesidad de dedicarnos unas palabras. Por lo que se ha visto esta mañana en el Congreso, el mismo Tamames en cuanto ha cumplido con sus censuras ha renunciado a la moción. Parece que no sólo Vox y el ilustre candidato quisieron aprovechar la ocasión para otros fines. Ahí estaba Díaz y otros tantos a lo suyo. Al final, lo único que ha resistido en el aire del hemiciclo ha sido la tradición intelectual clásica que a través del cuerpo renqueante de Tamames pone en evidencia al político actual.

El candidato hizo su exposición. Ordenada, esquemática y amplia. Un programa de lo que esta Nación eternamente en crisis necesita para los próximos decenios. Luego contestó el presidente Sánchez. Una hora y cuarenta de respuesta. Fue como es él: duro, superficial y algo tosco. A lo que Tamames respondió con una petición a la presidenta para que se pueda limitar el tiempo de las intervenciones. Las risas del Congresos se desataron en un día algo así como de fiesta para sus señorías. Ir contra un señor mayor que habla de cuando fue preso en 1956 es como increparle a un cojo en una carrera. Tamames agradeció el tono correcto de Sánchez y poco más. Una palabra de Tamames valía 150 de Sánchez. Luego vino Yolanda Díaz. ¡Ay Yolanda! ¡Qué enfadada parecía! Sus pasos subiendo los escalones de la tribuna anunciaban un ajuste de cuentas. Implacable, inquisidora, monolítica, repetitiva, con sus razones… incluso mentó a la taquígrafa para intentar ensuciar el discurso de Tamames con los más baratos alegatos feministas. Otra intervención que superaba la hora de discurso. Tamames casi la ignoró pidiendo la hora, si no fuera porque le reconoció algunos puntos interesantes, y ah, que ya había conseguido lo que pretendía: presentar su plataforma Sumar. Igual que con Sánchez, tres palabras de Tamames fueron suficientes para hacerle contraer el rostro sonrojado.

Me he acordado de aquello que decía Josep Pla de que los viejos son todos prostáticos. A esta hora de la tarde, el programa de Tamames se ha olvidado. Él ha cumplido con sus obligaciones. Y delicuescente, el abc de la oratoria clásica: la capacidad de síntesis, si no, la presunción de pensamiento, tampoco está.  

 

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