Un simple caso de racismo

No creo que ser migrante sea una cuestión fácil. Dejar atrás a tu familia y a tu entorno tan solo para poder trabajar tiene que ser duro. Esa es parte de su pena

Una persona vende pañuelos en un semáforo, en una imagen de archivo.
25 de julio de 2025 a las 21:49h

Me estoy acordando mucho en los últimos días de Lucky, un ghanés al que conocí en Sevilla hace un buen montón de años. Lucky vendía pañuelos de papel en un semáforo de la calle Luis Montoto y siempre coincidía con él por allí cuando iba o volvía de trabajar. Era un tipo muy simpático y casi siempre estaba alegre. Yo solía darle alguna moneda, aunque era igual de amable cuando no llevaba nada encima. Un día dejé mi vehículo a un lado y me detuve a charlar con él. Me contó cómo vivía y después me dijo que en general la gente lo trataba bien, aunque una vez alguien lo amenazó simplemente por tocar el techo de su coche. No sé qué habrá sido de Lucky.

También me he acordado de Ridwan, un marroquí que venía de vez en cuando por mi primera tienda, de mi querido vecino Hassam, de la madre de un compañero de mi hijo que más de una vez le ha regalado un helado de los que vende en su tienda de comestibles, de aquel otro padre que, en el cumpleaños de su pequeño, no quería que nos fuéramos hasta que no hubiésemos probado todos los deliciosos dulces árabes que había preparado, de aquella pareja mayor con la que coincidí en un coche y me invitaron al bar que regentaban en Marruecos, o del tipo que esperaba un vuelo para volver de vacaciones a su país y me dijo que mi hijo se parecía al futbolista Paulo Dybala

En los últimos días me he acordado de ellos y también de las personas que han alentado la caza del emigrante en un pueblo de Murcia. También de aquellos que han defendido por redes expulsar a todos los extranjeros del país o, al menos, a todos los que sean árabes. Me ha parecido triste y desalentador. He escuchado a algunos emigrantes decir por televisión que tenían miedo y he pensado que no era justo que personas como esa buena gente que conocí alguna vez tuvieran ese sentimiento de indefensión. 

Por supuesto que todos queremos que los individuos que cometan un delito paguen por sus actos frente a la justicia. Pero queremos que lo hagan por ser delincuentes, no por ser extranjeros. Confundir a unos con otros y meter en el saco a todas esas personas que conviven sin ningún problema en nuestro país es un grave acto de manipulación o, más triste aún, un simple tema de racismo. Por desgracia, España también cuenta con una horrible historia negra protagonizada por personas que nacieron dentro de nuestras fronteras. Es evidente que sería un error generalizar y llegar a la conclusión de que todos somos tan desalmados como aquellos que prefiero no nombrar pero que están en la memoria colectiva. A mí me parece que no es un asunto de raza, sino de simple condición humana.

No creo que ser migrante sea una cuestión fácil. Dejar atrás a tu familia y a tu entorno tan solo para poder trabajar tiene que ser duro. Esa es parte de su pena. Que además de eso tengan que sentirse atacados por el sencillo hecho de ser originarios de otro lugar es absolutamente inadmisible.