Si vas al afilador, no vayas en metro

La opinión de las personas está cada vez más ausente de la conversación. Es la ocurrencia de una sociedad populismorizada, abducida, la que domina la forma de percibir la vida y a los otros

Hamburgo, una foto de Pablo Martínez Calleja.
26 de mayo de 2025 a las 09:55h

El viernes se produjo un ataque a cuchillo en la estación central de Hamburgo. En la plataforma 13/14. “Hoy xxx tuvo mucha suerte. Estaba de camino a casa con un amigo y una drogadicta lo empujó para pasar, y mientras lo hacía sacó un cuchillo y terminó hiriendo a 12 personas…”. Es el relato que el colega de una amiga mía le hacía pasados unos minutos del hecho. Luego, más tarde, la prensa publicaría que, presumiblemente, la persona estaría perturbada, aunque los primeros titulares, que me llegaron de la mano del New York Times, en bluesky, apelaban a la memoria colectiva de un ataque terrorista. Pasaron muchas horas durante las que muchísima gente se hizo la cuenta que sería un terrorista de esos, y que otra vez, y que ya estamos. Lo cierto es, mucho más, que seguimos estando en una sociedad rota con personas rotas, destrozadas porque este sistema en el que vivimos rompe a las personas, les quiebra el alma, después de haberlas vaciado el estómago y haberlas expulsado a habitar las calles.

La salud mental empezó a preocupar, por fin, con la pandemia: empezó a comprenderse como la pandemia silenciosa. Aunque muchos pretendan que la salud mental como pandemia es consecuencia de la pandemia misma de covid: una nueva coartada para negar, en realidad, los orígenes del problema: la alienación de las personas como consecuencia de un capitalismo que no solo busca recursos naturales para esquilmar paisajes, sino busca cuerpos para vaciarlos de sus almas. No es la primera vez que un ataque con cuchillo tiene como autor a una persona enferma. Tampoco será la última que tanta y tanta gente sitúe la responsabilidad y la culpa, sobre todo la culpa, en la persona que lo hizo, y no en la situación explosiva en la que ya vivimos: la deshumanización y el cultivo del individualismo más feroz. Quiero decir aquí que deseo la mejor y más pronta recuperación de las personas atacadas y, si fuera posible, la recuperación de su salud mental de la persona atacante.

Con ocasión de este suceso, por cierto, supe que no puedo irme al afilador del mercado, como era mi plan, con mis cuchillos mustios, porque estaba prohibido llevar cuchillos en el transporte público y yo no me había enterado. Me libré, por pura casualidad, de salir en los diarios, esta vez presuntamente acusado de alguna tentativa criminal. Por casualidad no cometí un crimen, el de llevar un arma, cuando lo que hubiera llevado era mis cuchillos de cocina al afilador de debajo del puente del metro.

El mundo en el que vivimos no da más de sí. Todos amenazados con la pobreza, con terminar viviendo en la calle y todos responsables y culpables de la mala suerte: una mala suerte que en realidad es capitalismo depredador. Hay personas que salen desesperadas con cuchillos a atacar al primero que pillen, a hacerse sitio en una estación rebosante de personas. Hay personas que todavía, digo todavía, son capaces de sublimar, sin saberlo, su bronca y en lugar de tomar un cuchillo votan a un partido ultra o insultan gravemente en las redes antisociales o en las calles. Todavía.

La agresividad en el espacio público es notable. Gente que se choca contigo cuando hay lugar suficiente para respetar tu espacio, y el suyo, en la vereda, en la estación o en el mercado. Siento que es creciente y peligroso el actual estado de cosas donde ya personas que calificaríamos de normales y corrientes van buscando pelea, con esos choques, como aquellos matones de discoteca de los años 80. Hay demasiada violencia alentada con las palabras desde los púlpitos políticos y que los conocidos como medios de comunicación no están en condiciones de manejar adecuadamente, informativamente. También los diarios y otros medios buscan ser agresivos con sus titulares: querer ser competitivos los lleva a pensar, y actuar, con toda la agresividad que pueden. ¿Dónde quedó la responsabilidad de todos quienes actuamos en el espacio público publicado?

Esta es la situación social que desean los trumps y los mileis, la que cultivan para imponer su ideología de un presunto derecho natural que otorgaría el poder y el dinero a los más fuertes, a los más violentos. Se está creando esta situación de lucha abierta en la sociedad para imponer esa ideología, con la excusa de que solo los más violentos tendrían derecho a sobrevivir y se recupera la ocurrencia de que la mejor defensa es una agresión. De que la paz se lograría preparando la guerra.

La opinión de las personas está cada vez más ausente de la conversación. Es la ocurrencia de una sociedad populismorizada, abducida, la que domina la forma de percibir la vida y a los otros. El grado de alienación que hemos alcanzado es verdaderamente preocupante y no somos conscientes de que estamos dominados por formas muy ideologizadas de comprender la vida y el mundo. Todo a lo rápido, todo con miedo. Nos está faltando el click que nos haga darnos cuenta de que la solidaridad nos relaja, que darle los buenos días, de corazón, al vecino, nos relaja. Qué quien sea diferente, por todas las cosas posibles, de ninguna manera es nuestro enemigo. Y que las leyes están para ser cumplidas: todas. Que las cosas ciertas existen. Que las mentiras existen y no son otra manera de pensar.

Llegamos a estos niveles de alienación porque nos prometieron, machaconamente, que seríamos príncipes o reyes y podríamos manejar la vida desde el poder absoluto y el capricho. Las personas que asumieron ese deseo justifican, también, la tiranía y el capricho de trumps y mileis. Mientras cada vez más gente va chocando a los otros que encuentra en la vereda, en el mercado, en la estación del metro, porque sienten que tienen derecho a abrirse paso a golpes, desesperados.