'Sherryvolution'

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Según una de las voces más autorizadas del sherry a nivel internacional, Beltrán Domecq, nuestro Marco lidera ya en 2017 el sector enoturístico español en cuanto al número de visitantes.

El pasado mes de mayo tuve la oportunidad de ver a Eric Clapton en el legendario teatro Royal Albert Hall londinense. El poco tiempo que estuve en la “pérfida Albión” me ha servido, no sólo para disfrutar del magnífico concierto con el que el Dios de la guitarra nos deleitó, sino para reflexionar sobre la escasa atención que muchos jerezanos (entre los que me incluyo, a veces, y a mi pesar) prestamos a nuestro patrimonio.

Me explico y les ubico.

Es mediodía de un domingo. Deambulamos por la zona del Museo de Victoria y Alberto, en el barrio de Kensington de Londres, zona high class donde se encuentran numerosas embajadas. Brujuleamos en busca de un bar para tomar un tentempié.

Escudriñamos una fachada, a lo lejos, que me da buena espina. Con un simple Good afternoon pretendemos conseguir un rinconcito en la barra. Lo logramos. Abro la carta y ¡sorpresa!

Resulta que en bar cualquiera (no se entienda cualquiera en tono despectivo) tenemos vino del Marco de Jerez —no me acaba de convencer la palabra “caldo” para hacer referencia a nuestros vinos— a elegir y a partir de cinco libras la copa.

—“Where are you from, gentlemen?”

Le contesto que venimos de Jerez. Ya sabe, donde las motos, el caballo, el flamenco. El camarero, un afable escocés, me pone cara extraña, y eso que mi inglés no es demasiado macarrónico. “Venimos de donde el sherry nació” acierto a aclararle.

“Oh! Magnificent!”

Y siguió relatando que hacía un par de años había estado en Jerez, para visitar varias bodegas. Su cara se iluminaba a medida que me iba detallando los pormenores de su estancia. Y a mí me produjo un sentimiento agridulce.

Dulce por comprobar cuán valorados están nuestros vinos allende nuestras fronteras. Agrio por la poca estima que los propios jerezanos le concedemos.

¿Será que lo tenemos tan cerca, tan a mano, que por eso le restamos su importancia? ¿Será que no percibimos que ese milagro, por ser casi cotidiano, parece perder su milagrosa condición?

Pensativo, no consigo colegir el motivo de que en nuestros bares y restaurantes de Jerez, no exista una mayor promoción de nuestro patrimonio líquido, que es nuestro vino. Ni porqué los jerezanos cuidamos tan poco este milagro que sólo tiene lugar dentro de las 7 mil hectáreas que abarca nuestra Denominación de Origen.

¿Será que lo tenemos tan cerca, tan a mano, que por eso le restamos su importancia? ¿Será que no percibimos que ese milagro, por ser casi cotidiano, parece perder su milagrosa condición? ¿Por qué no apostamos por nuestros jereces, de una vez por todas, y dejamos atrás el “definitivamente…quizás”?

Salvando las distancias, algo parecido sucede con nuestro vinagre. Un amigo me comentaba contrariado que fue a Chiclana a desconectar un par de días y en el buffet del hotel había mucha variedad de productos, incluido el vinagre balsámico de Módena, pero ni rastro de vinagre de Jerez.

Amén de las ya conocidas —pero no lo suficientemente ponderadas— ventajas del sector vinatero para nuestra economía local (incluyendo las tonelerías, el corcho y las artes gráficas) creo que todavía queda bastante camino por recorrer para alcanzar la excelencia.

Primero, fomentando la cultura del vino desde la escuela. ¿Cuántos jóvenes alumnos de los colegios de Jerez, conocen, aunque sea de oídas, nuestro sistema de criaderas  y soleras?

Y seguidamente, incrementando la formación del personal del sector turístico en la amplia tipología de nuestros vinos: si el Consejo Regulador imparte cursos, los hoteles ofrecen una copa de bienvenida a sus clientes, las bodegas reparten material publicitario, los restaurantes maridan copa de sherry y tapa a precio especial… seguro que ampliaríamos el abanico de momentos y maneras en los que todos – jerezanos y visitantes- consumimos nuestro vino y ,por ende, conseguiríamos aprovechar todas las sinergias para lograr el objetivo final: una adecuada promoción del vino acorde a lo que está viniendo y ya viene.

¿Y qué es lo que viene?

Según una de las voces más autorizadas del sherry a nivel internacional, Beltrán Domecq, nuestro Marco lidera ya en 2017 el sector enoturístico español en cuanto al número de visitantes. Medio millón de personas acuden a nuestra ciudad, ávidas por conocer el vino que muchos jerezanos consumimos sólo en la Feria del Caballo, y que desdeñamos.

¿Está preparado nuestro Ayuntamiento (señora alcaldesa, lidere turísticamente a Jerez, el producto ya lo tiene) para afrontar el reto?

¿Y los jerezanos, creen que ya es hora de abanderar la Revolución del Sherry, la Sherryvolution?

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