El sexo de las emociones

Daño que es ese dolor y nudo en el estómago y la garganta, esa ansiedad que nos destroza por dentro, y ese sentimiento de ira, que es el único al que el patriarcado nos tiene autorizado a los hombres, para que dejemos escapar todo lo que nos ahoga

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

El sexo de las emociones.
El sexo de las emociones.

El nervio vago es el nervio más largo del cuerpo y hay especialistas en la materia que sostienen que está fuertemente ligado a las emociones. Se trata de un nervio craneal y es el mayor productor de células nerviosas que ejecutan respuestas ante los estímulos que reciben, siendo el más predominante del sistema nervioso central ya que contiene el 75% de todas sus fibras.

Entre las personas asistentes a un curso de formación sobre la gestión de las emociones al que asistí recientemente, de un total de veinte solo éramos tres hombres. Esto, a juzgar por el interés despertado, me lleva a la reflexión de sí biológicamente las mujeres están más predispuestas a las emociones que los hombres, de si aquellas son más femeninas que masculinas, o si es que nuestro nervio vago, el masculino, es realmente vago.

Dicen las que entienden de estas cuestiones, que las emociones viajan por nuestro interior de abajo hacia arriba, desde nuestros órganos, estómago, corazón, intestinos, a nuestro cerebro, yo creo que quizás sea al revés, o al menos que la comunicación es bidireccional, que la parte no consciente, que supone un noventa y tanto por ciento de nuestra actividad cerebral, manda información a nuestro cuerpo, que a su vez reacciona, y la envía de vuelta a nuestra mente, generándonos alegría, tranquilidad, tristeza, nerviosismo, miedo, angustia, irá. 

El Error de Descartes que es un libro del neurólogo portugués António Damásio, y que trata del dualismo entre el cuerpo y la mente, defiende la hipótesis de la huella somática, un mecanismo mediante el cual las emociones guían o sesgan el comportamiento y la toma de decisiones, y defiende la teoría de que la racionalidad necesita de una aportación emocional. Sostiene por tanto que René Descartes, físico, filósofo y matemático francés del siglo XVII, que pronunció la famosa frase, “pienso luego existo”, se equivocó cuando defendió la tesis de la separación entre la mente y el cuerpo, la racionalidad y la emoción.

Lo anterior me lleva a pensar en la importancia que las emociones tienen en las personas, y en como las identificamos y tratamos, para hacernos sentir bien o mal. Porque también se sabe, que no hay emociones positivas ni negativas, sino que todo está en cómo las procesemos y vivamos, percepción y subjetividad.

Lo que también parece claro es que en materia de emociones no hay diferencias entre mujer y hombre. Entonces si sentimos y nos emocionamos con similares impulsos, porqué la realidad no es igual, e identificamos emoción con feminidad, vulnerabilidad, y debilidad.

También da vueltas en mi cabeza  la idea de la influencia que en nuestra salud y personalidad tiene la exteriorización o no de las emociones, y en particular en los hombres, tan poco acostumbrados a pensar y hablar de ellas.

Pienso en las personas no binarias, en las intersexuales, en las personas trans, que tienen emociones, y además en los ejemplos que a lo largo de la historia hay, que nos dicen que las emociones no son solo femeninas, con la existencia de modelos muy afectivos de masculinidad, pensemos en la época de la Ilustración.

Pero quizás fue, según afirman quienes lo han estudiado, el modo de vida y trabajo capitalista instaurado por la revolución industrial, con la división sexual del trabajo, la relegación de la mujer a las tareas de la casa, la crianza y los cuidados, y el deshumanizante trabajo en las fábricas, donde de nuevo se da un giro a la rueda de la historia, y se produce una intencionada feminización de las emociones. 

Lo que viene a demostrar que estamos ante una nueva maniobra del patriarcado para generar desigualdades, establecer diferencias, identificando racionalidad y masculinidad, y sentimientos con feminidad, para marginar a las mujeres, al tratarlas como seres irracionales, y poco fiables, con una tendencia natural a la inestabilidad y el desequilibrio. 

Por contra se fortalece la idea del antagonismo entre emoción y masculinidad, y se moldea un hombre que oculta y reniega de sus emociones, pero que sin embargo no puede evitar tenerlas, y que estas le hagan daño.

Daño que es ese dolor y nudo en el estómago y la garganta, esa ansiedad que nos destroza por dentro, y ese sentimiento de ira, que es el único al que el patriarcado nos tiene autorizado a los hombres, para que dejemos escapar todo lo que nos ahoga. Esa ira en forma de frustración que hace que nos expresemos con tanta rabia, violencia, y agresividad. 

Es esa sensación de no estar completos que los hombres tenemos, la que nos hace no tratarnos bien, ni amarnos, ni amar, conocernos, o relacionarnos en planos de igualdad y naturalidad. Es por eso qué es tan fundamental que vivamos sin miedos nuestra realidad, identificando y aceptando nuestras emociones, hablándolas con otros hombres, olvidando roles y estereotipos como el que nos dice que un hombre de verdad nunca debe llorar. 


 

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