Ser malo no mola

Ahora trabajamos por otros modelos de hombres, con valores y principios, referentes de su entorno, que respeten, muestren sus afectos, se conozcan y sean capaces de empatizar

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

Jaime Lorente y Miguel Herrán, actores que interpretan papeles de malotes.
Jaime Lorente y Miguel Herrán, actores que interpretan papeles de malotes.

Ser el malote, violento, el que nunca se arruga ni llora, el que contesta en clase, el que está orgulloso y presume de los cuarenta partes que le han puesto, o de haber sido expulsado de tres centros, puede que te sirva para creerte un hombre de puertas adentro del instituto, y hasta para pensar que te ganas el respecto de los compañeros, y la atracción de las chicas.

Pero sabemos que no es verdad, porque en nuestro interior hay algo que nos dice que no nos gusta ser así, ni tener que estar aparentando continuamente, ser lo que no somos, porque hay muchos días en los que tenemos ganas de llorar, y sentimos mucho miedo, aunque lo neguemos, e intentemos ocultar porque tememos que nuestra hombría sea puesta en entredicho. Pero los ejemplos que la sociedad nos ofrece, y a los que intentamos imitar, son hombres aguerridos, fuertes, viriles, valientes, e insensibles, que no saben manejar su dolor y por eso a veces manifiestan su rabia con puñetazos y patadas.

Porque lo que no nos cuentan es que a esos tipos que tanto queremos parecernos, en la vida real nos los quiere nadie. Nos venden un humo que nos confunde y convierte en juguetes rotos en manos de un concepto masculinidad perverso y servil.

Sabemos que cuando abandonemos el instituto, el mundo no será como lo imaginamos, y qué en nuestras vidas de adulto, ser un hombre malo no tiene futuro, o más bien uno muy oscuro, que solo nos llevará a la infelicidad. Las amistades se irán, seremos incapaces de mantener relaciones afectivas con nadie, y sentiremos una gran desesperación.

Ahora trabajamos por otros modelos de hombres, con valores y principios, referentes de su entorno, que respeten, muestren sus afectos, se conozcan y sean capaces de empatizar, hombres que intenten ser felices consigo mismo, y de eso tú y yo compañero de género no sabemos nada, porque nunca nos hemos parado a pensar ni en nosotros ni en los demás, nos dijeron que ser egoístas e insolidarios era lo correcto para triunfar en la vida, siempre obcecados en dar cumplimiento a esos estúpidos mandatos que marcan los límites de la hombría que la masculinidad nos ha impuesto, para de esta forma ser los tipos infelices, violentos  e inseguros que ahora somos. Quizás para mí ya sea tarde, pero no para para ti, por eso te digo amigo, convéncete, ser malo no convence ni tiene futuro.

Todo esto viene a mi reflexión solo por una conversación que mantuve con una docente amiga de instituto, hablando de la posibilidad de presentar el libro que sobre hombres he escrito, ante el auditorio juvenil de un instituto de secundaria y bachiller, de la importancia de la honestidad, de la brecha generacional que me separa de estos jóvenes, de mis miedos, de mi falta de valor, y de lo mucho que aún tengo que aprender. 

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