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Muchas veces me pregunto en qué ha desembocado ser xerecista. Un club con una historia llena de recuerdos y grandes gestas, de Valencianas que salían de los barrios más añejos de Jerez, de derbis provinciales y de futbolistas que tenemos todos en el recuerdo.

Aquello fue maravilloso, pero aun así y con el riesgo asumido de que los que van de puristas acusen al nuevo proyecto de chaqueterismo, sin justificación, el xerecismo para mí no es un escudo, ni unas siglas, ni siquiera el color de una camiseta. Para mí el Xerez es el sentimiento de una masa social, que huye de encantadores de serpientes y de corruptos que han llevado a crear un clima raro, que cada vez es más tenso y empieza a sembrar división donde debería haber una sola emoción. Ellos son los culpables y no los que desde el corazón y la legitimidad reviven este sentimiento.

Observo, cada vez más, que en los bares, las televisiones, las radios y sus tertulias están llenos de argumentos inverosímiles para mantener y defender un proyecto que si no fuera por la tardanza de la Justicia ya estaría liquidado, porque es insostenible por sus antecedentes. Inhalar vida a un cadáver con la sola defensa de la simbología y de una nostalgia puede ser bello e idílico, pero degradante en lo legal y sobre todo superfluo. Debemos exigir más como ciudadanos a nuestras entidades deportivas, deben representarnos. Todo esto es poco práctico para un club de una ciudad como Jerez de la Frontera. No sé aún a quien beneficia mantener todo esto.

No nos merecemos un club con privilegios de ningún tipo, que no cumpla con las obligaciones fiscales de nuestras arcas municipales y del Estado, no necesitamos rateros de tres al cuarto ni a personas que los encumbren, debemos evitar patentes de corso que solo alimentan la división y el desconcierto. Por eso, el nuevo proyecto nace desde la idea más sana que una reunión de personas puede tener, la asamblea, y lo hace desde la convicción de la transparencia y la convergencia, con el aval de socios emblemáticos, una directiva que responderá y que ha demostrado su amor incondicional, en algunos casos durante décadas, al sentimiento de nuestros abuelos. No voy a citar nombres por ser de sobra conocidos. Aquí no hay nada nuevo, es solo xerecismo con mayúsculas.

No quiero criticar a ningún futbolista, aficionado, entrenador ni a nadie que sea un trabajador del fútbol y que milite en el proyecto que está pendiente de liquidación, es más, tengo a conocidos entre ellos que son personas estupendas que demuestran profesionalidad, aunque un sentido inocente y fanático, cuanto menos, de la fidelidad. Pero no puedo comprender ese furor de algunos y esa mala intención con el nuevo proyecto que está intentado refundar y poner al Xerez donde le corresponde y como merece.

Lo único que debe interesarnos, en mi opinión, son los aspectos como la transparencia, el plano deportivo y la cantera, verdaderos estandartes y baluartes, y de una vez por todas, cumplir con las obligaciones de un club que ha estado secuestrado por sinvergüenzas y delincuentes. Aferrase al pasado está bonito, pero no cerremos las puertas a los verdaderos valores y sentimientos de una masa social que ya ha sentenciado que Jerez merece otra gestión y que poco a poco quiere volver a ser lo que fuimos, un club de solera. Vean la afluencia de público en la categoría infumable donde está instalado el Xerez Deportivo F.C. Es algo admirable y ejemplar.

Ya habrá tiempo recuperar legalmente el antiguo escudo y los colores, por aquellos que no conciben la idea o el sentimiento sin sus símbolos, no se preocupen por eso. La forma es lo de menos, como en todo, lo que cuenta es el fondo.

Espero que por el bien de todos los aficionados la situación se estabilice, sin más tardanza, gracias a la Justicia, y recobremos ese sentimiento que es único e incomparable: El xerecismo.

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