«La playa es para dos tipos de personas: los pescadores y los náufragos». El cómico Marc Giró pronunció esta frase hace poco en el programa Ilustres ignorantes mientras se disputaba con Ernesto Sevilla la siempre difícil presa del chascarrillo más efectista en torno al verano. He de reconocer que me reí. En la teoría del catalán, debes encontrarte muy necesitado del fruto del mar ―como el que pesca― o de la estabilidad de la orilla ―como el que naufraga― para apreciar el sentido de la playa. Y es que esto de encontrarle sentido a algo no es tarea fácil y, como en casi todos los escenarios de la vida, el mejor camino suele venir del humor. Si no, que se lo pregunten a los Monty Python, que allá por 1983 estrenaron su cuarta película, titulada precisamente El sentido de la vida. El sexteto cómico se separó aquel mismo año, quizás después de haberlo encontrado.
La cinta es algo difícil de describir. Arrebatadora, como un triple salto mortal o como la madre de un buen amigo mío. Sublime, oscura y extraña, pero también hilarante, como la vida misma. Son 103 minutos de un despropósito cargado de sentido en el que diferentes episodios ilustran de forma disparatada los momentos más importantes del ciclo de la vida. Desde el nacimiento hasta la muerte, pasando por temas capitales como la filosofía, la historia, la guerra, el matrimonio, la religión o la medicina; todo tratado con el peculiar humor de los cómicos británicos. Por no faltar, ni siquiera falta una suerte de prólogo ―un cortometraje independiente llamado “Seguros permanentes Crimson” ―, un interludio y hasta un fin de fiesta musical.
Cual Monty de andar por casa, así me hallaba yo estos días: reflexionando sobre el sentido del verano. En busca de inspiración y de nuevas preguntas más que de respuestas, me dediqué a preguntarle a los medios. ¿Qué ocurre si introducimos la palabra ‘verano’ en el buscador de un periódico importante? Pues que empiezan a brotar noticias sobre “todas las veces que Carlota Casiraghi fue la mejor vestida del verano”, “la camisa de lino de hombre más ligera que sirve para cualquier plan”, “el pantalón de senderismo para mujer que triunfará en tus escapadas a la montaña”, o “el protector solar con el aroma más deseado”. Parece que estas fechas no son tiempos para lo trascendente, si es que alguna época lo es ya. Se me antoja que encontrarle sentido a esto del verano va a costar más de lo previsto.
Quizás su sentido estribe en el no sentido, en la no dirección, en el parar, detenerse y repetir el camino de baldosas amarillas sin pensar demasiado. O tal vez el no sentido sea la manera de encontrarlo: como los Monty Python cenando piña en medio de una mazmorra medieval, como quien sin ser náufrago ni pescador disfruta de la playa.
En septiembre, cuando volvamos a reunirnos aquí, quizás comprobaremos en qué punto del camino nos ha dejado esta pausa. Disfruten del no sentido mientras llega ese momento.
