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Es urgente que la planificación de las actuaciones en el centro histórico no quede sujeta a los vaivenes de la alternancia política, sino que esté incluida en una hoja de ruta consensuada por todos.

Últimamente se ha visto que ha surgido mucha gente preocupada por el centro, su vida y su ambiente. A todas ellas les interesará saber que hay convocada una manifestación para el próximo 26 de septiembre bajo el lema “Salvemos el centro histórico”, que se hace para reivindicar la correcta conservación del patrimonio, la habitabilidad y el mantenimiento del comercio tradicional sobre todo en la zona intramuros, que es la más degradada y posiblemente la que necesite actuaciones más urgentes en todos los ámbitos, aunque también se puede extrapolar a otras zonas del casco histórico de Jerez más allá de la muralla almohade. Este artículo es el primero de una serie con el que semana tras semana, y hasta la llegada del día de la marcha, intentaré dejar claro el por qué, el qué y el para qué se ha convocado nuevamente (la primera tuvo lugar el pasado 17 de enero con bastante éxito de participación) una manifestación para reclamar una actuación inmediata y una mayor implicación de los agentes competentes en el tema.

Vaya por delante que esta no es una protesta ante un partido político determinado. En Jerez, si en algo podemos estar de acuerdo, es en el hecho de que ningún partido ha mostrado una voluntad cierta por llevar a cabo una actuación seria y comprometida por el centro histórico. Con el dudoso prisma con el que siempre contemplan las cosas, es evidente que una zona despoblada al ochenta por ciento no es un vivero de votos por el cual crean que deban mover un dedo o una circunscripción en la que la pérdida de votos les haga inquietarse por el resultado general. No, en Jerez ningún partido puede decir “yo cuando goberné hice esto o aquello”, pero sí esto otro de “cuando goberné dije que se iba a hacer esto o aquello y al final no se hizo nada de nada”. Sin embargo es desde la iniciativa política desde la cual se pueden activar los mecanismos que desemboquen en una actuación verdadera, en un no sólo quiero, sino que, además, puedo.

Es evidente que se ha conseguido que a lo largo de los últimos años el debate sobre el estado y el futuro del centro histórico esté a la orden del día y se haya convertido en un tema recurrente durante la pasada campaña electoral. Los medios de comunicación también se han implicado y han sabido comprender que el problema global del centro histórico es un asunto que afecta a toda la ciudad y que merece la pena apostar por él como una zona que es la referencia y la que abarca la exclusividad en cualquier ciudad que visitemos. 

Hasta ahora los resultados de la descoordinación política respecto a la zona intramuros se muestran terriblemente visibles: el solar de la plaza Belén, el estado de Riquelme, los edificios aparatosamente apuntalados por varias calles, los desprendimientos y derrumbes que se producen cada cierto tiempo, los solares repletos de vegetación, los problemas de movilidad o de convivencia, son sólo algunos botones de muestra de una degradación que es directamente proporcional a incumplimientos y engaños como la Ciudad del Flamenco, el Plan Integral, el Plan de Actuación 2014-2015 o el Plan Director del Centro Histórico. Con ello no solamente se ha provocado una situación de ruina y total abandono, sino también un desarraigo en la ciudadanía respecto a su zona histórica y una desconfianza infinita ante cualquier promesa de actuación que sobre la zona realice cualquier político, independientemente de la administración desde la que se realicen dichas promesas.

Es urgente que la planificación de las actuaciones en el centro histórico no quede sujeta a los vaivenes de la alternancia política, sino que esté incluida en una hoja de ruta consensuada por todos y que permanezca ajena al color del partido que gobierne o a la confrontación política. Para ello es importante establecer una financiación anual fija, ya sea alta o baja, y una estimación de plazos de actuación que haya que cumplir sí o sí. Lógicamente dicho documento tendría que realizarse con el suficiente realismo como para asumir que esta tarea requiere de años y décadas, pero que debe avanzar firme y de un modo inquebrantable. Por eso esta manifestación es una invitación a la concienciación colectiva, pero también política.

Pero cuidado, de la misma forma que se entiende que este proceso es de larga ejecución, también hay que ser conscientes de que no se debe demorar más y que las intervenciones se inicien cuanto antes. Porque el enfermo centro histórico, sobre todos las zonas de San Mateo, San Lucas y San Juan, está en esa fase de no retorno en la que se pasa de los tratamientos para su curación, aunque ya sea con graves secuelas, al de la aplicación de cuidados paliativos. El 26 de septiembre esperamos verlos a todos ahí, asumiendo la realidad de un problema cuya resolución va más allá de los votos, pero que requieren un gran compromiso y acción política. Política con mayúsculas, al fin y al cabo, porque siempre debe haber una primera vez para todo. 

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