Romper con la masculinidad

Admitir que ser hombre no nos impone unos patrones de comportamiento y que más allá de nuestras características biológicas, no hay una sola forma de serlo

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

Romper con la masculinidad
Romper con la masculinidad

La masculinidad no nos ha proporcionado nada bueno a los hombres. No creo que sea correcto hablar de un nuevo modelo de masculinidad, porque no hay nada positivo que conservar en un concepto opresor, tóxico, discriminatorio y violento. El fin del proceso de cambio de los hombres no deben ser unas nuevas masculinidades.

Sí pienso que debemos y podemos hablar de nuevas formas de entendernos como hombres, del abandono de la uniformidad y homogeneidad en torno a unas ideas rígidas y cerradas. Admitir que ser hombre no nos impone unos patrones de comportamiento y que más allá de nuestras características biológicas, no hay una sola forma de serlo.

Porqué blanquear un modelo que es el causante de las desigualdades, violencias y discriminaciones, llamándole nuevas masculinidades.

Si expreso públicamente mis ideas es porque necesito dejarlas escapar, y aportar algo al debate y la reflexión sobre nosotros mismos, nuestro proceso de cambio, y lo que proponemos al feminismo y a la igualdad.

Durante dos semanas de este mes de octubre estamos conmemorando los aniversarios de hechos importantes y significativos: el movimiento de hombres por la igualdad organiza en Sevilla diversos actos, entre los que destaca una manifestación de hombres contra la violencia machista.

Al hilo de lo anterior, como en casi todo lo que tiene que ver con los hombres y la igualdad de género, me surgen muchas dudas.

El patriarcado, como el capitalismo, es inteligente porque inteligentes en la defensa de sus prerrogativas e intereses son los hombres que lo lideran, y gran parte de esa inteligencia consiste en permitir, tolerar, e incluso fomentar movimientos y luchas que puede que no hagan más que distraernos del objetivo, alimentando la ilusión de que algo está cambiando, cuando en lo esencial no cambia nada. No sé si estamos ante esa disyuntiva, pero hace ya dieciséis años de la primera manifestación de hombres contra la violencia de género, y aunque ha llovido, no creo que desde entonces haya cambiado mucho el mundo machista de los hombres.

Me incomoda pensar así, pero me temo que pasarán los otoños y todo seguirá casi igual. Los hombres, tan machistas como siempre y la sociedad dando pasos, uno adelante y otro hacía atrás, en la tarea de la igualdad.

No conozco a obreros de la construcción, empleados de banca, ingenieros, médicos, funcionarios, profesores de educación primaria y secundaria, empleados de supermercado que se declaren hombres por la igualdad, y sin embargo son a esos hombres a los que los que tenemos que llegar.

Que sea un grupo de hombres el que promueva una manifestación de hombres protestando contra nuestra propia violencia hacia las mujeres, es importante y paradójico, pero también ilusionante al demostrar que machismo y violencia no son propiedades innatas a nuestra condición, y que por tanto es posible la existencia de hombres buenos y diferentes.

Solo podremos cambiar la realidad que vivimos si los hombres aceptamos que ser masculino no es sinónimo de ser hombre, que hay múltiples formas de serlo, y que ninguna de ellas tiene porque ir vinculada a ideas como la virilidad, la fuerza, la violencia y la obligación de dar siempre la talla.

Romper con la masculinidad es una de las principales tareas para comenzar a desprendernos de nuestros privilegios y el machismo que nos identifica, porque con ella no será posible ese hombre al que muchos aspiramos y que la sociedad tanto necesita.

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