Resistiendo a la privatización del deporte

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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Cuando era un crío me encantaba jugar en la plazoleta de Vallesequillo. Era un sitio perfecto para pasar toda la tarde con el balón. Rodeada por un montón de árboles que daban sombra y con muchas farolas, perfectamente colocadas para poder ser usadas como postes para nuestras porterías. Nos pasábamos horas y horas corriendo detrás del balón, chutándolo, marcando goles, divirtiéndonos y riéndonos. Aquellos tiempos sí que disfrutaba uno del deporte, no como ahora. Ahora hemos sustituido a los niños jugando por carteles de “prohibido jugar a la pelota bajo multa”. 

Me encantaba, me encanta y me encantará siempre el fútbol, pero paradójicamente el deporte al que entrenaba era el tenis. Cuando la raqueta era casi más grande que yo, daba mis primeros drives y reveses en la ATJ, aquella aldea gala que hoy resiste al imperio de la privatización del deporte. Pasaban las temporadas y cada vez le dedicaba más tiempo, más ganas y más ilusión a este bonito deporte. Hasta que un día, después de doce años, el bachillerato y posteriormente la universidad te obligan a despegarte cada día más de la rutina de entrenamiento. Es triste que este sistema educativo asfixie a los adolescentes como para llegar a estas decisiones, pero eso es otra historia que ya escribiré.

En definitiva, uno con veintiún años ya y estudiando opta por buscar otras alternativas deportivas acordes a su capacidad física y técnica. Es entonces cuando empiezo a jugar mis primeras pachangas de pádel. Probablemente tenga los mismos pocos éxitos deportivos que tuve cuando jugaba al tenis, pero lo que jamás cambiaré seguro será entrar en una pista a divertirme y a disfrutar del deporte. 

Lo reconozco, soy un enamorado de los deportes de raqueta y gran culpa de eso lo tiene un club que, junto a la escuela Xtreme Tennis, me han dado la oportunidad de practicarlos. Un club que más allá de sus socios cuenta también con grandes trabajadores a su cargo que mantienen de forma inmejorable unas instalaciones enormes, pero sobre todo que generan una sinergia, una simpatía y un buen ambiente en el club que te hace querer ir a jugar más veces a la semana.

Esta es solo la resumida historia de mi relación con la ATJ, pero cada uno de los cientos de socios y socias de este club tienen la suya propia. Unas historias que recordaremos cuando la delegada de Deportes cierre las únicas instalaciones deportivas municipales de tenis y pádel que cumplen una labor social sin ánimo de lucro en Jerez, para ponerlas en manos de la privatización y la especulación. Así es, después de 20 años ofreciendo de forma asequible a todos los jerezanos y jerezanas la oportunidad de disfrutar del tenis, el pádel, un gimnasio y una piscina, ahora la ATJ está condenada a cesar su actividad para dejar paso a la explotación de estas instalaciones por parte de una empresa privada.

Quizás todo este alegato no se entienda sin una contextualización de la situación. En resumidas cuentas, las instalaciones municipales que explotaba la ATJ salen a concurso público en 2009 con un pliego de condiciones donde lo importante es el dinero y no la oferta deportiva, dando así lugar desde el primer minuto a que aparecieran los típicos entresijos legales para que algún listo busque enriquecerse a costa de acabar con un servicio público. Vamos, lo que viene pasando en España y en Jerez desde hace años, y que los continuos gobiernos han permitido, e incluso incentivado.

Este concurso lo gana una empresa privada que se compromete a poner sobre la mesa cerca de un millón y medio de euros en un solo pago. Algo raro e inusual teniendo en cuenta que estábamos en pleno estallido de la crisis, pero que el equipo de gobierno de entonces consideró de los más normal. Dadas estas circunstancias, la ATJ se dispone a abandonar las instalaciones municipales y a favorecer el relevo de los terrenos pero se encuentra con que no se han cumplido los compromisos que exigía el pliego de condiciones del concurso, por lo que se mantiene en las instalaciones hasta que se haga el cambio efectivo de la propiedad de explotación.

Y así hemos llegado hasta hoy día, donde se ha ido enquistando el problema, ya que ningún gobierno municipal ha sido capaz de atajarlo, alargando así cada vez más un proceso que ahora, bajo la constante sombra de una supuesta y legalmente posible denuncia de indemnización por daños y perjuicios al Ayuntamiento por parte de la empresa ganadora, tiene más pinta de acabar con las instalaciones municipales cerradas y a merced del abandono y el desuso que al servicio del deporte como venía sucediendo. Una desastrosa situación que se podría solucionar si el Ayuntamiento accediera a gestionar las instalaciones durante el período en el que se solucione judicialmente el conflicto, pero que ya han declinado por, agárrense a la silla, falta de personal (me encantaría saber qué piensan de esta afirmación los despedidos del ERE).

Me indignó muchísimo aquel cartel que pusieron en la plazoleta de mi barrio que nos obligaba a dejar de jugar allí al fútbol, pero me resigné a buscar otros juegos. Pero ahora no pienso hacer lo mismo. Con más madurez y conciencia de que el deporte debe ser accesible a toda la ciudadanía, ahora no voy a volver a cambiar la pelota por la peonza. Ahora quiero exigir que Jerez sea una ciudad donde los niños jueguen en las plazas, donde haya un skate park en condiciones, donde los pabellones no se caigan a trozos o tengan goteras y donde las familias jerezanas puedan elegir entre una gran gama de deportes donde apuntar a sus hijos e hijas.

Esta ciudad es muchísimo más que fútbol, y nos ha costado mucho poner en valor municipalmente deportes como el tenis, pádel, voleibol, atletismo, hípica, fútbol sala, baloncesto, balonmano o incluso deportes paralímpicos como la boccia. Sabemos lo que pasa cuando el capital privado se mete en nuestros clubes deportivos. Lo hemos visto por ejemplo en el Xerez C.D, o en proyectos culturales fantasmas como la Ciudad del Flamenco. No dejemos que la privatización llegue también a quienes con esfuerzo, ilusión y trabajo duro intentamos poner a nuestros deportes minoritarios en el foco de la actualidad. 

¡Salvemos la ATJ! ¡Salvemos el deporte de Jerez!

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