Miguel Bosé, en una imagen de archivo.
Miguel Bosé, en una imagen de archivo.

La mayoría de la gente esperaba que la segunda ola fuese en octubre o si acaso septiembre, pero el panorama empeora por momentos. Ante el auge de los contagios y los nuevos fallecimientos es normal tomar medidas por impopulares que sean. No vivimos en un mundo perfecto, así que la resistencia es de esperar.

El viernes pasado, el decreto del Ministerio de Sanidad levantó más de una ampolla. Después de ingresos nulos durante dos meses y una difícil recuperación dado el límite de aforo, las discotecas y bares de copas ven a la quiebra cara a cara. Si bien antes del estado de alarma la tendencia era cerrar voluntariamente por responsabilidad, ahora se apura hasta el último día que permita la Consejería de Salud. Doloroso pero necesario. Es cierto que como vector de contagios el ocio nocturno no es lo más infeccioso. Sin embargo, dificulta enormemente las labores de rastreo, entorpeciendo el control del foco.

Por muchos esfuerzos que haga la hostelería nunca va a ser controlable. Puede que el problema esté en la periferia del ocio nocturno. Es normal que en los bares y discotecas se haga botellón casi en la entrada, a pesar de que sea ilegal. Fuera de las puertas del establecimiento no se cumple ninguna medida de seguridad, lo que supone un serio problema y un quebradero de cabeza para la policía persiguiendo botellones.

Ejecutar el cierre de bares y discotecas es un gran embrollo. Se trata de una medida tan impopular en la hostelería que puede pasar factura electoral dependiendo de cómo se ejecute. Sin embargo, tampoco puede faltar mano firme ya que se trata de una emergencia sanitaria. A medida que pase el tiempo veremos si Jesús Aguirre está a la altura de esta situación y de las que están por venir.

Dejando el ocio a un lado, aún más problemáticos son los negacionistas conspiranoicos. Recién importadas de EEUU, llegan a España las manifestaciones en contra del uso obligatorio de la mascarilla. Lo ocurrido este domingo en Madrid es de vergüenza, capaz de hacer perder la fe en la inteligencia humana. No solo por el hecho de la manifestación, sino porque sus asistentes no tendrán escrúpulos en ir tosiendo libremente por la calle aunque no se les permita. 

Lo peor es cuando tienen algún referente con el que se puedan identificar, como en este caso Miguel Bosé, quién apoyó públicamente la manifestación. Era de esperar, teniendo en cuenta sus declaraciones en contra de la vacuna argumentando un plan de dominación mundial que usaba el 5G. Para reírse y llorar al mismo tiempo, los negacionistas tienen una página web conspiranoica: elfindelapandemia.com. En ella exponen su punto de vista al más puro estilo idiota, todo en mayúsculas y sin cuidado de las tildes.

Pienso que al igual que en las manifestaciones que hubo en el barrio de Salamanca, este tipo de personas no se estaría manifestando si Pablo Casado fuera presidente. De ser así, sería la prueba de que vivimos en la España del berrinche. Y si gobernara la derecha, ¿cómo sería la coordinación entre Gobierno y Junta? Lo mismo los decretos se aplicarían en un plazo menor. Quizá también habría cooperación en la búsqueda de soluciones en vez de ir exigiendo criterios comunes como está pasando con el tema de la vuelta a las aulas. Quién sabe.

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