Réquiem por Europa

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23 de marzo de 2016 a las 00:51h

Madrid, París, Bruselas. Los mismos escenarios urbanos. La misma sangre. Centro-Europa se rinde al terrorismo del Daesh en un tsumani de sin razón y barbarie.

Madrid, París, Bruselas. Los mismos escenarios urbanos. La misma sangre. Centro-Europa se rinde al terrorismo del Daesh en un tsumani de sin razón y barbarie. Los noticiarios ya no sorprenden, nos hemos inmunizado ante la catástrofe y el terror, avanzadilla de una nueva guerra fría que se va forjando en una Europa que se descompone a pasos agigantados a golpe de explosión.

El dolor de los belgas no es diferente al que cada día nos enseñan los objetivos de las cámaras en países hermanos como Grecia, donde millones de sirios se lanzan al abismo huyendo de la muerte y el nepotismo. La misma sensación de vacío, de desprotección, de impunidad ante el miedo. Hombres, mujeres, niños, ancianos con la misma piel, el mismo corazón, el mismo dolor.

Las víctimas son víctimas. No existen clases. Es el mismo duelo. La globalidad no tiene fronteras, aunque haya quienes se empeñen en levantar nuevas barreras de la vergüenza. No me reconozco en esta vieja Europa que no ha aprendido del pasado más reciente. El acuerdo de la UE con Turquía para deportar a los refugiados vuela los puentes que nos identifican como pueblo. Así, más vulnerables que nunca, desde otros continentes miran con estupefacción las heridas que carcomen la llamada Europa de las libertades.

Pero nada es casual. De aquellos polvos, estos lodos. Existen responsables, con nombres y apellidos, que asisten impasibles en sus búnkeres de hormigón a la alerta que ahora se activa, si bien es cierto que desde hace años las luces de emergencia han brillado de forma intermitente sin darnos cuenta.

No hay terrorismos diferentes. Afganistán, Irak… ahora Europa. Las bombas no tienen etiquetas de buenas y malas. Siguen siendo armas de destrucción masiva. Las mismas que en las últimas horas nos sacuden y arrojan reacciones hipócritas de unidad y apoyo. En la Europa de desigualdades sociales y de las falsas alianzas suenan himnos fúnebres. Réquiem.