El filósofo Bertrand Russell, ya en el año 1930, en su libro La conquista de la felicidad aspiraba a una reducción de la jornada laboral, ni más ni menos que solo cuatro horas de trabajo al día. En su tiempo sonaría utópico; sin embargo, en estos días estamos viviendo un fuerte debate en el Congreso de los Diputados donde se juega algo tan importante y valioso como el tiempo y la vida de millones de españoles.
La reducción de la jornada laboral de 40 a 37,5 horas semanales no es ninguna locura, sino el producto de una interesante e importante reflexión académica de relevantes investigaciones sociales y científicas que manifiestan que trabajar menos no solo mejora la felicidad como defendía Russell, sino que mejoraría la productividad en el empleo. A menor jornada laboral, más dedicación al trabajo, más concentración y mayor efectividad.
Así, que el Congreso tumbe esa reducción con los votos de PP, Vox y Junts es una manifestación de que la sociedad española todavía no está preparada para mejorar su economía. La reducción de la jornada no va a provocar una disminución de los salarios de los trabajadores o una subida del IPC, sino que el artículo 34 del Estatuto de los Trabajadores va a desarrollar una transformación jurídica y social.
Para este filósofo británico, nacido en 1872, trabajar de más no solo empobrece a las personas, también a la sociedad, limitando el desarrollo de la creatividad, de la inteligencia y de la felicidad colectiva. Y es correcto. ¿Cuántos trabajadores inmersos en la vorágine del mercado laboral hipercapitalista pueden compaginar su trabajo con su participación en el mundo de la cultura, social o deportivo? Y no, los funcionarios no cuentan. Eso lo sabemos muy bien quienes solemos participar en eventos culturales y artísticos, sitio de aficionados, o incluso en el ámbito de la política, sin financiar o movimientos sociales. Solo jubilados y estudiantes que han sido y son excluidos del mercado, porque no los necesita, a unos por viejos y a otros por jóvenes e inexpertos. ¡Qué triste!
Es obvio que no alcanzaremos la utópica jornada laboral de cuatro horas al día planteada por el escritor Bertrand, pero esa pequeña reducción, aunque se trate de unas escasas dos horas y media semanales, permitirían a muchos trabajadores pasar más tiempo con sus hijos, alcanzar una vida más social, más descanso, más tiempo en familia, más dedicación a sus casas, una vida más feliz. Dos horas y media, 150 minutos, lo suficiente para salir al cine en familia, un hecho insignificante y una acción que a día de hoy con la actual jornada laboral muchos trabajadores no pueden realizar.
