Ratas y narcos

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Los interesados colocan la lupa. Una lupa gigante, que apunta al objetivo hasta convertir la realidad en una caricatura. 

Hace un tiempo, a poco más de cien metros de la casa donde crecí, mis vecinos del Cerro del Moro organizaron un concurso para cazar la rata más grande del barrio. La idea partió de un jovencísimo y recién llegado Jesús Maeztu, actual Defensor del Pueblo Andaluz, para denunciar el abandono que sufría esa zona concreta de extramuros. La ganadora fue un ejemplar de más de dos kilos y que el Diario publicó e inmortalizó con una foto y un texto que sirvió como toque de atención a una sociedad que daba la espalda a una barriada donde se extendían los descampados de tierra y chabolas. Aquello se trataba de un problema grave de salubridad y no una frivolidad como la elaboración de una infografía chabacana de la ciudad con puntos determinados donde se han visto una rata. El concurso tenía como fin solucionar un problema. El mapa, en cambio, es un malogrado intento del PP de equiparar la nefasta gestión popular del agua de Loreto, en el que sí hubo riesgos de salud. Un arma arrojadiza. En definitiva, otra batalla en el fango.

En mi tierra hay ratas. También hay narcos, como se empeñan en destacar hasta la saciedad las irresponsables cadenas televisivas a nivel nacional. Existen, por supuesto, como en todos los sitios. Nadie lo niega. Pero resulta que llevo años sin ver una rata con mis propios ojos, por más que vaya a la playa Santa María, y no conozco en mi entorno a nadie que se dedique al tráfico de drogas. Por tanto, no debe ser tan común ni lo uno ni lo otro. Eso sí, los interesados colocan la lupa. Una lupa gigante, que apunta al objetivo hasta convertir la realidad en una caricatura. A base de fotos, de imágenes de un momento concreto, crean un mundo muy alejado del día a día. “¿A quién va a usted a creer a mí o a sus propios ojos?”, dijo Chico Marx disfrazado de Groucho, de ahí que el tiempo atribuyera para siempre la frase al segundo.

Supervivientes. Claro que viven supervivientes en un rincón que sufre una tasa de paro más común de un país en guerra. Supervivientes de las caballas en las esquinas, las chapuzas de una semana y las cangrejeras con la bajamar. Supervivientes en los bares, en los trabajos precarios que se convierten en números y sirven para que luego un Gobierno mentiroso estrangule las cifras y hable de recuperación. No conozco a ningún capo, pero tengo a familiares y amigos que echan su jornada de sol a sol y sólo cotizan dos horas. Personas, con nombre y apellidos, dentro de la legalidad y en régimen de semiesclavitud. No, Antonio de María, presidente de la patronal de hostelería, no son leyendas urbanas. Así se escribe la cotidianidad en unas localidades sin industrias, con la voz dormida de los sindicatos y una juventud hastiada de repartir pizzas bajo la lluvia por tres euros la hora.

Nunca podrán hacer un relato de mi patria mientras pese más la audiencia, los clics y los intereses que la verdad. Nunca podrán contar su historia mientras omitan a quienes sacan su futuro adelante sin trampas ni heroicidad. Lo mismo el dibujo resulta más aburrido, pero es nuestro: del barrio, de Cádiz y su provincia. De aquellos que un día cazaron una rata y jamás vendieron ni un gramo de droga.

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