La política es el gran circo (poco pan y mucho circo), siempre lo ha sido. Nosotros, el público que mira hacia la cúspide de aquella lona que aboveda la carpa. El foco ilumina el centro. Redoble de tambores. Se palpa la tensión. Arriba, en lo más alto, el político. Lo vemos avanzar engolado, con un disfraz ridículo y peor maquillaje. Sostiene una pértiga, jugando con el equilibrio… forzando nuestro desequilibrio.
Damas y caballeros, el presentador de pista, con su casaca roja y el bigote enroscado, lo tiene claro: la analogía está servida. El alambre del funambulista es el delgado margen de la verdad. Cada mentira, un pie que avanza. Cada media verdad, una promesa rota.
En este espectáculo dantesto, la mentira no es un paso en falso; la mentira es la red de seguridad que previene de la caída libre. La impunidad como armazón.
¿Cómo se puede temer a las consecuencias de algo si, de antemano, se cuenta con un elemento que detendrá la caída?
No existe el miedo ni la vergüenza. El show debe continuar per se.
La multitud que ocupa la grada es un clamor. Están hartos, fuera de sí. La sanidad pública en el ojo del huracán. El trapecista Moreno Bonilla tensa las cuerdas vocales en un grito desaforado: “es una sanidad de calidad”. El eslogan es tan vacío como falto de verdad. Entre el público se instala el runrún.
Es una yuxtaposición cruel, aberrante. Él, arriba, diciendo una cosa. Abajo, el pueblo, sufriendo otra muy distinta.
Hospitales colapsados, atención primaria desmantelada, las listas de esperas son una larga penitencia. La realidad, tan distante y ajena para los mandamases, se caricaturiza en una sala de espera a rebosar donde los ánimos están muy crispados. La realidad es la falta de personal. La realidad son los recortes encubiertos.
La mentira se superpone grosera e indecente. Los mensajes desde la Consejería de Sanidad cruzan límites de irreverencia. “Invertimos más que nunca”, “sanidad de calidad”. El trapecista se tambalea, pero no cae. Y si cae, tiene la red.
Todo es susceptible a empeorar. El caso es deleznable. Hablamos del cribado de las pacientes con cáncer de mama. Hablamos de mujeres con sentimientos, con miedos, con proyectos y sueños por cumplir, con inseguridades. Mujeres con familias.
El desatino no tiene perdón. No, cuando hay vidas en juego.
La Junta de Andalucía y la Consejería admiten el error. Hubo fallos en el cribado. El cáncer de mama es una carrera contra el tiempo. Un diagnóstico tardío lo cambia todo. Moreno Bonilla habla de “depurar responsabilidades”. Habla de llamar “una por una” a las afectadas. La solución, como siempre: tarde e ineficaz. Demasiado tarde.
El trapecista se resbala, se precipita al vacío. La red amortigua la caída. ¿Hay dimisiones? No. ¿Hay consecuencias penales? En absoluto. Tan solo hay excusas. Muchas excusas y demasiada carnaza para alimentar a los adversarios políticos. Más allá de eso, la gente importa entre poco y nada.
¡Ya está bien!
Se acabó jugar a “no importan las consecuencias”. Se acabó calentar la poltrona. Se acabó el funambulismo de la mentira. Si el error es grave (que lo es): causa y efecto.
¡Quítenle la red!, caiga quien caiga.
Por desgracia, es la única forma de que el próximo trapecista camine con miedo a equivocarse. Con miedo se gana el respeto, y el respeto hacia el pueblo y su salud, es sagrado.
Gracias por la lectura.
