Quedarse a vivir

Por un año nuevo repleto de un buen puñado de retratos en los que nos quedaríamos a dormir. ¡Feliz 2023!

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

Uvas preparadas para pasar el fin de año.
Uvas preparadas para pasar el fin de año. MANU GARCÍA

Mañana se acaba un ciclo. O eso dicen. Nos hacen sentirlo cada 31 de diciembre. Nos hacen experimentar el final de una era con esas doce campanadas a las que el resto del año no prestamos atención alguna. Pero a las doce de esa postrera noche de invierno todo parece acabar para que todo empiece. Es como si cada uno de nosotros experimentásemos nuestra propia reencarnación año tras año, como si nos fuésemos a convertir en otro yo, más fuerte, más poderoso, más sabio. Un nuevo yo que se desvanece con las primeras luces del día siguiente, para devolvernos a nuestro antiguo ser, entrado en el año que lo hará más viejo, pero no más fuerte.

Y por encima de todo, del alcohol, del turrón, incluso del pellejo de alguna uva rebelde, las ganas de vivir, de no abandonar este sueño que dura apenas unas cuantas decenas de noches como esta, apenas un suspiro. Solo apetece agarrarnos fuerte a aquellos que amamos y prometer que en los próximos 365 días les haremos más caso, para conseguir dormir mejor durante las próximas 365 noches. Puede que durante la copiosa última cena solo nos interese el instante, apresar los recuerdos que estamos construyendo y quedarnos a vivir en ellos para siempre. Atrapar la sonrisa de nuestra madre y guarecernos en ella cuando se presenten los nubarrones negros de enero. Refugiarnos en el chiste que nuestro padre cuenta a la mesa por vigesimoquinta nochevieja consecutiva, no porque tenga gracia sino por la cara de satisfacción que pone al contarlo. Quedarnos a dormir en el guiño del ojo izquierdo de nuestro sobrino adolescente. El amor más de verdad. Así es como quiero pasar los próximos 365: viviendo en esos momentos.

En estas últimas horas que le quedan a 2022 seguro que van a recibir consejos, buenos deseos y varias recomendaciones. Por encima de la ropa interior roja, el beso bajo el muérdago, algo de oro en el cava, apoyar la copa en la mesa cuando se brinda y posar el pie derecho cuando escuchen la última campanada, recuerden lo más importante: querer y que les quieran. Procurar no hacer nada que no les gustaría recibir —la justicia social o el amor al prójimo de toda la vida— y reír, reír, reír hasta caerse de culo. Por un año nuevo repleto de un buen puñado de retratos en los que nos quedaríamos a dormir. ¡Feliz 2023!

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