hombre
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La sociedad patriarcal nos educa para ser hombres, heterosexuales cis, es decir, conformes y orgullosos del sexo con el que hemos nacido. Esto nos imprime todo un carácter, y nos facilita unos códigos en base a los cuales debemos interpretar el mundo. Es el orden natural de las cosas, y como tal lo aceptamos. Los hombres no podemos tener miedo, o mejor dicho, hemos de saber dominar y vencer el miedo, y no mostrarlo en público, porque eso significa transgredir las normas, y poder ser considerados menos hombres.

Los hombres somos machos, y como tal debemos ser fuertes y potentes sexualmente para satisfacer nuestros deseos, y demostrar a las mujeres lo que somos, hombres activos que llevamos la iniciativa, y tenemos el poder. De esta forma nuestras relaciones sexuales, mas que encuentros afectivos y de placer, son para nosotros actos de refrendo de nuestra autoridad y dominio.

Sabemos que nos configuramos como hombres, además de por unos roles muy específicos, fortaleza, virilidad, agresividad, por la definición de lo que no somos, es decir por lo que son las mujeres, porque ser hombre es todo lo que no es ser mujer. Es por tanto el sexo, el que determina tremenda, e injustamente nuestra existencia como hombres.

Los hombres no concebimos nuestra realidad, si no es íntima y estrechamente ligada a nuestro sexo, y al hecho sexual o sexualidad, que según las normas nos corresponde, la heterosexualidad. Esta dependencia, unida a los roles de dominación masculino, son la causa de unas relaciones sexuales defectuosas, y de un instinto, a veces depredador, que causa mucho daño a las mujeres y a la sociedad. Este mandato de hombría que nos impone la masculinidad, provoca en los hombres la obligación de reprimir todo lo que no responda al concepto hegemónico de hombre.

Pero los hombres que somos seres humanos, y sentimos miedo, tenemos uno muy especial, que nos aterra, con el que nos cuesta convivir, y contra el que luchamos con todas las armas y medios posibles, lícitos, ilícitos, inmorales, traicioneros, deshonestos. Este temor irracional que nos paraliza, y lleva a muchos hombres a una vida de infelicidad, ante la posibiliad de ser descubiertos, es la posible duda sobre nuestra masculinidad, dejar de ser hombre, o ser menos , por sentir y mostrar roles y atributos que no nos han sido asignados.

Un gatillazo, o una disfunción eréctil, es lo peor que nos puede pasar, porque supone no ser capaz de hacer valer el mayor exponente de un hombre, el falo y su virilidad. Significa dejar de ser un hombre, por incumplir el principal mandato de la masculinidad. La impotencia nos paraliza y hunde.

El hombre en el que nos educan es tan tóxico y dañino, que hace que solo seamos capaces de experimentar placer con una parte de nuestro cuerpo, olvidándonos del resto, y del de las mujeres. A través del sexo exteriorizamos dominio y superioridad. Nuestro sexo es violento, muy egoísta, y nada empático.

Ser femeninos es lo que no podemos ser, terminantemente prohibido a los hombres, bajo castigo de exclusión social, somos lo contrario a ellas, y adoptar roles femeninos nos convierte en traidores del orden "natural". De ahí tanta homofobia. No es buen negocio para un hombre abandonar el redil.

Nos aterra la homosexualidad, por lo que entendemos conlleva de no ser hombre, de no hacer valer los atributos que nos diferencian, mostrando todas las "debilidades" que también son nuestras, de las que renegamos, y asignamos a la mujer, sensibilidad, ternura, afectos, debilidad, inferioridad.

Este concepto de hombre, no admite al hombre heterosexual, al hombre transexual, e incluso al bisexual, porque nos muestran lo "negativo", la pasividad, el lado femenino, ese que todos tenemos, que muchos no quieren ver, y que tanta inseguridad y desasosiego nos genera.

No ser macho, no responder a las expectativas, a lo que se espera de nosotros, es el mayor temor que tenemos los hombres. Un temor, y una sexualidad opresora, fruto de una visión androcéntrica de los sexos, de la que tenemos que desprendernos los hombres si queremos ser libres, y de esa forma contribuir a un mundo más sano e igualitario entre mujeres y hombres.

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