Una imagen de la pasada concentración feminista a las puertas del Parlamento Andaluz. FOTO: MUJERES 24H.
Una imagen de la pasada concentración feminista a las puertas del Parlamento Andaluz. FOTO: MUJERES 24H.

¿Por qué no reaccionamos ante esta masculinidad tóxica que nos trata tan mal, obligándonos a comportarnos de formas que ni nosotros muchas veces compartimos? ¿Por qué no nos planteamos determinados interrogantes que afectan tan de lleno a la existencia, o no nos rebelamos por las injusticias que a nuestro alrededor vemos todos los días? ¿Cómo nos hemos convertido en seres superficiales, poco dados a la reflexión y al debate profundo, e insensibles al sufrimiento ajeno? ¿Por qué somos tan egoístas que todo lo analizamos y juzgamos desde la horma que tenemos de entender el mundo? ¿Por qué practicamos la tendencia a pensar que nuestra creencia es la correcta, y que nos corresponden unos roles para los que el otro sexo no está ni preparado ni capacitado? No lo comprendo, y cuando me refiero a hombres no pienso en individualidades, porque es evidente que los habrá buenos y malos, mejores y peores, sino a la idea colectiva, a esa concepción de hombre que a todos en mayor o menor medida nos identifica, y a la que respondemos con obediencia casi ciega.

¿Cómo podemos los hombres seguir renunciando a esa parte importante de nuestra existencia, los afectos, las intimidades, las cuestiones que de verdad nos hacen llorar y reír? Los hombres tenemos dificultades en establecer relaciones afectivas de amistad más allá del compañero de trabajo, el amigo del club, el tenis o la cerveza. Estamos solos porque no sabemos crear amigos, relacionarnos de verdad, no intimidamos ni expresamos a otros hombres nuestros verdaderos miedos y emociones, y esa forma de entender la vida en sociedad, impregna todas las complicidades de una patina de superficialidad que nos hace un daño inmenso.

Los hombres sabemos llorar, necesitamos llorar, y no lo hacemos, porque nos han enseñando que no lloramos, y lo último que desearíamos que nos pasase, es dejar de ser hombre. Somos torpes en llegar al corazón, y que nos lleguen, y el miedo enfermizo a relacionarnos con los de nuestro sexo más allá de la simpleza, nos hace retroceder. Hablamos mejor con las mujeres, en ellas encontramos la complicidad que necesitamos pero que ni por asomo queremos tener entre nosotros, y que sin embargo requerimos con urgencia. Un hombre no es alguien que ande llorando y contando sus penas al primero que se encuentre, nos han dicho. Los hombres precisamos urgentemente de un curso de soporte vital básico, un desfibrilador que nos pare, resetee, y normalice emocionalmente

O es que nos da igual la vida, no nos importa vivir menos que las mujeres, ser carne de cañón de la violencia, sujeto y objeto de enfermedades psicológicas, no acudir al médico, o al terapeuta por temor, o estar solos cuando termina la relación que mantenemos con nuestra pareja, la única que medianamente somos capaces de establecer, siempre bajo el dominio de los roles, estereotipos, y jerarquías de género.

¿Qué nos sucede que no reaccionamos ante las cifras que nos dicen que la población carcelaria es abrumadoramente masculina, que casi todos los delitos violentos los cometemos nosotros, que son los chicos los que para demostrar su hombría, arriesgan la vida saltando desde las terrazas a las piscinas de los hoteles?Que tenemos más infartos, a pesar de que el machismo los esconde y oculta en ellas, que somos los ultras de los clubes de fútbol, los violadores, los consumidores de pornografía y prostitución, o que son las mujeres las que se encargan de unir a sus familias, mientras nosotros nos despegamos de las nuestras.

De joven siempre me pregunte porque las chicas van en pareja al baño, y tienen esa relación de complicidad y afectividad, que en nosotros es impensable. Los temores, los miedos, y esa atrofia sentimental y afectiva que padecemos nos impiden cualquier acercamiento a otros hombres en un plano de sinceridad.

Los hombres tendremos que reaccionar, y comenzar a romper los moldes que nos oprimen, y nos convierten en seres muy necesitados de escucha y afectos, sino queremos seguir estando solos toda la vida. Es nuestra supervivencia la que está en juego. A que esperamos.

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