¿Qué es tradición?

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¿Qué es, pues, tradicional? Ni más ni menos que lo que cada uno de nosotros estemos dispuestos a seguir manteniendo con nuestra participación, comportamiento y civismo por el buen nombre de Jerez y sus fiestas.

Cuando desde las administraciones, los medios de comunicación y la sociedad en general se oyen continuamente llamamientos y comentarios dirigidos a preservar y mantener la esencia de una tradición, es que ya esa tradición hace mucho tiempo que ha dejado de serla. Y normalmente esa devaluación esencial se produce por permisividad y por mercantilismo, porque a un sector le viene bien económicamente en conjunción con la falta de ideas y nula voluntad de control por parte de los que juran o prometen sobre la Constitución cumplir y hacer cumplir a Ley por su conciencia, si es que algún día han tenido el placer de conocerla, y honor, que a éste está claro que no lo han visto en su vida, cada cuatro años.

Hemos visto esa depreciación de lo que antes eran tradiciones en todos las fiestas de todas las ciudades: en Cádiz llevan años haciendo campaña contra el botellón en carnaval que se muestra imposible de contener; en Pamplona todos estamos viendo en qué se ha convertido la fiesta más internacional del país; ferias y verbenas por doquier están sustituyendo su banda sonora de toda la vida por temas comerciales y sus vinos y bebidas típicas por botellas de cristal, vasos de plástico y comas etílicos juveniles. Lo vemos en Semana Santa, donde el lucro ha pasado a tener demasiado protagonismo y donde lo religioso queda en un preocupante segundo plano mientras se observan vergonzosas mareas de chavales grabando una banda y se ignora a la imagen a la cual le están tocando. Y en este mundo tan globalizado, independientemente de si lo que se celebra es un acto civil, religioso o militar, su carácter cultural, deportivo o festivo, todo comparte el mismo patrón: botellón, suciedad y actos vandálicos. Ah, y se me olvidaba, cada vez un mayor desencanto y falta de participación de la población autóctona en sus propios festejos, lo que aumenta la visión desarraigada de la fiesta y la pérdida de su exclusividad (lo que hace distinta a esa fiesta y, por tanto, merecedora de ser vivida por personas de otras poblaciones) y, por consiguiente, de su atractivo de cara al turismo a largo plazo.

En Jerez hemos comenzado ya la temporada de Zambombas y, tras este primer fin de semana, ya ha quedado claro que el bando que las regula es más papel mojado que otra cosa, sobre todo en lo que a la utilización de equipos de amplificación de sonido se refiere. Por supuesto que conforme vayan avanzando los días los incumplimientos se extenderán a horarios, instalación de barras callejeras ilegales o destrozos en el atrezzo navideño, sobre todo en el belén monumental. En muchos casos esto pasa cuando muchos colectivos contratan un local si haberse informado antes de si ese local tiene las preceptivas licencias en regla.

Será cuestión de tiempo que en una ciudad en la que los policías nuevamente han denunciado públicamente que sólo existen dos patrullas para todo Jerez, la alcaldesa vuelva a admitir que la situación les ha desbordado y que no volverá a ocurrir en años venideros, exactamente lo mismo que ya se dijo durante el mes de diciembre del año pasado, lo digo por si alguien pueda caer en la tentación de creer que sea verdad lo que se cuente desde las instancias políticas. Y será entonces cuando los residentes, que año tras años se ven venir la tostada, denuncien lo que pase, que volveremos a ver a los mismos de siempre empleando esos solidísimos argumentos que consisten en llamar amargado al que lleva toda su vida viviendo en el mismo lugar o directamente mandarlo a vivir al campo, todo sea para que durante los diez días que estos personajes vienen por el centro al año puedan seguir haciendo lo que les salga del ciruelo de forma impune.

¿Qué es, pues, tradicional? Ni más ni menos que lo que cada uno de nosotros estemos dispuestos a seguir manteniendo con nuestra participación, comportamiento y civismo por el buen nombre de Jerez y sus fiestas

Vivimos en unos tiempos en los que el lema “todo para el pueblo y por el pueblo” parece haber sido sustituido por “todo para los bares y por los bares”, en los que se permite que un bar en plena plaza del Arenal privatice por la cara un trozo de ESPACIO PÚBLICO con cristaleras, pero esa impresión es equivocada. No se encuentran entre los que llaman pública e hipócritamente a mantener las tradiciones (es lo malo que tiene mezclar negocio y tradición, que cuando los que han practicado lo primero a costa de lo segundo durante años  y pretenden ahora erigirse en adalides de las tradiciones, ya no cuela), pero cada vez más en casas particulares del centro histórico hay vecinos que organizan un día de zambomba pura en el que todavía se participa, se canta y se comparte todo lo que cada uno pueda aportar.

Claro, no estamos hablando de espectáculos que se llamen Zambomba y después sea otra cosa (¿cómo puede un establecimiento organizar 25 espectáculos en tres semanas con grupos cantando, llamarlos Zambombas y que la gente trague?) y que aparezcan en las guías de los medios como este que lees, pero son las que merece la pena buscar y disfrutar. Y son esos actos de pureza tradicional lo que los jerezanos tenemos el deber de mantener y el derecho a seguir disfrutando, no para que el que venga de Alemania, Madrid o China lo valore, que también y es lo que sería verdaderamente beneficioso (incluso el cluster turístico ha realizado un llamamiento al respecto que se agradece muchísimo), sino para que nosotros nos podamos seguir sintiendo orgullosos de ellos. ¿Qué es, pues, tradicional? Ni más ni menos que lo que cada uno de nosotros estemos dispuestos a seguir manteniendo con nuestra participación, comportamiento y civismo por el buen nombre de Jerez y sus fiestas. Lo demás, lo que desborda, ensucia y destroza es otra cosa, y también depende de nosotros que se consienta o no.

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