Varias personas pasean por Granada, en una imagen reciente.
Varias personas pasean por Granada, en una imagen reciente. JOSÉ LUIS TIRADO

Hoy toca hablar de nuestros problemas asquerosos del primer mundo, que aunque sean una mierda pinchada en un palo, dentro de la burbuja opulenta en la que vivimos no dejan de ser un shock que supone cierto daño psicológico. Avanzado ya junio estamos en pleno fin de curso, lo que conlleva estar también en época de graduaciones. Es algo fácil de comprobar en redes sociales. Esta vez no se trata de grandes graduaciones en palacios de congresos ni hoteles, sino de actos modestos que cumplen todas las normas covid. Sin embargo, ya es más que lo que tuvimos la promoción 2020.

Quizá en el momento fue algo que pasó más desapercibido. Sales después de dos meses y medio de encierro y lo primero que piensas no es precisamente en graduarte, ni en organizar una graduación. Luego con el tiempo se te va olvidando. No es hasta que ves a la promoción que te sucede graduarse cuando piensas egoístamente ¿Por qué ellos sí y nosotros no? Al fin y al cabo, aunque se esté acabando, todavía estamos en pandemia.

Me consta que hay gente que está reclamando su graduación, incluso gente que la ha conseguido, pero por lo general no es algo que ocurra. Las mejores propuestas que hay sobre la mesa es que se celebren en septiembre. Sin embargo, hay muchos más contras que pros, por lo menos para la administración, que no tiene que pillarse los dedos. Estamos hablando de alumnos egresados, a los que ya han dado de baja de todas las listas de correos. En el peor de los casos no se encuentran ni en el país. La mitad de mi clase del máster era gente de fuera, mayormente latinoamericanos.

Estas cuestiones desembocan en otro dilema, ¿Cuánto tiempo puede pasar hasta que deje de tener sentido celebrar un acto concreto que se ha aplazado? Quizá para este caso concreto la respuesta sea apenas unos meses. Aun así, no dejas de sentir cierta traición y olvido por parte de la universidad. Pero tal y como comentábamos por el grupo de amigos del máster, nada nuevo de lo que debamos sorprendernos.

De todas formas, no somos ni de lejos los más perjudicados en este sentido. Es inevitable pensar en los chavales que se quedaron sin graduación de segundo de bachillerato. Quizá sea la más importante de todas, ya que es la más simbólica. El fin de la adolescencia para llegar a la mayoría de edad y una de las despedidas más emotivas tras 6 años de camaradería. Incluso puede darse el caso de que lleves desde preescolar con la misma persona en clase, lo que supone una relación de 14 años que se verá interrumpida radicalmente para siempre.

A pesar de todo esto, puedes irte con la cabeza alta y con cierta calma. Vas a seguir teniendo contacto con quienes hiciste más migas. Aunque dejes de ver a estas personas con frecuencia, de vez en cuando suele caer algún reencuentro. Por lo demás, más se perdió en Cuba.

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